sábado, 29 de julio de 2017

ANGELO BADALAMENTI

Yo no sé si esta escena de la esfera dorada es como dicen lo mejor que se ha visto nunca en televisión. Vistas las dos primeras temporadas de Twin Peaks, esperaba uno que esta tercera, estrenada 25 años después, fuera cerrando incógnitas, atando cabos. Pero qué va. Cada vez más cabos... y menos tiempo para enhebrarlos en un todo coherente. Culpa mía por pensar que sería distinto que en las películas de David Lynch. Siempre, a mitad de la cinta, me acababa dando cuenta de que era mejor renunciar al hilo argumental y dejarse llevar por la sugestión de las imágenes y la música, o por mejor decir, la atmósfera. Cosa ésta de renunciar al discurso que no admite, para uno, la literatura. El rostro de Laura Palmer en un burbujeante fondo dorado, el gigantón levitando, una mujer desconocida que lanza la esfera hacia qué mundo o logia pasada o futura... La gran escena, o la gran fumada del señor Lynch, a gusto del personal.

Comentario aparte merece la banda sonora de la serie. A los temas ya clásicos de Angelo Badalamenti se suman ahora otros de Johnny Jewel o Rebekah del Rio que oímos en actuaciones en el Bang Bar al final de la mayoría de los capítulos. La melodía de guitarra que abre todos ellos es sobrecogedora, porque es mucho más que una melodía: es ya el recuerdo de la congoja, más melancolía que temor, con que asistíamos hace un cuarto de siglo a ese baile de personajes y situaciones extrañas, narradas con una inocencia de la que adolece la presente temporada, acaso porque, siendo los mismos, es otro el director, otro el guionista, otro el mundo y otros nosotros.

A.Badalamenti: "The fireman"
(Twin Peaks, T3, Ep8)


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