viernes, 24 de noviembre de 2017

LA CONDENA


Tarde del viernes. Extrañeza de no trabajar ni estar ya en otra casa, de quedar tranquilo mientras las niñas duermen la siesta. Promesa y trampa del tiempo libre: pienso en lo que podría hacer con esas dos horas. Dormir no es mala idea; tampoco seguir con la antología de Keats que tradujo Lorenzo Oliván; ni darle otra vuelta al poema de marras; ni despertar al cuaderno de las prosas; ni dar de comer al famélico blog. La trampa, que es condena, es que si a priori me vale cualquiera de estas cosas, cuando oiga el llanto de Andrea o de Laura lamentaré no haber hecho cualquiera de las otras. Así siempre.

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