Camino del colegio, con Laura y
Andrea, llegamos a la altura de cuatro mujeres que hablan tan entretenidas que
seguramente no se dan cuenta de que ocupan toda la acera. “Ay, perdona, hijo,
estamos en medio”, dice una de ellas mientras las otras siguen hablando. El
pasito que da no cambia la situación, y tenemos que pasar en fila india. Pero
ella quedó de educada, que es lo importante.
En el
supermercado, ya en la caja, se coloca detrás de mí una pareja de unos 50 años
(en el supermercado la edad me parece relevante). Como sólo llevan unas pocas
cosas les digo que pasen delante. Ella siente la necesidad de justificarse,
como si fueran ellos los me hubieran pedido adelantar la cola: “Sólo llevo
esto…”, lo que podría dar a entender que dejarles pasar sería lo que haría
cualquiera, restando con ello, queriendo o no, valor al gesto. Hay gente que
lleva hasta lo ridículo su afán de no tener nada que agradecer.
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