Se
quejaba Julio Casares en su discurso Nuevo concepto del diccionario de la
lengua, con el que tomó posesión del sillón J de la Real Academia, de
que el caudal circulante de vocablos se empobreciera de día en día,
remediándose la literatura “para todos sus fines con unos pocos cientos de
voces, borrosas y desportilladas por el continuo uso”. Esto en 1921.
Pero
recuerdo a Azorín quejarse antes de lo mismo. Y antes a Cadalso. Y antes… ¿Hubo
un momento en que la gente, lo mismo me da de la república de las letras
que de la de las hortalizas, queriendo o sin querer condenara al idioma a “una
triste indigencia”? No lo creo. Con las palabras sucede como con todo. Sólo de
lo perdido canta el hombre. Lloramos los arcaísmos extintos como a parientes de
provincias, pero no estamos dispuestos a considerar de la familia a los
neologismos que vienen a ocupar, si no su lugar, sí un lugar. Neologismos
que acaso serán los parientes de provincias a los que lloren generaciones posteriores.
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