sábado, 21 de abril de 2018

RECAPITULACIÓN, I


¿Qué trampa es esta del tiempo que hace que nos parezca más veloz cuando son los días procesión desganada y más pausado cuando los acosan los llamados imponderables? ¿Volveremos a comparar al tiempo con un río? No conoce nadie el cauce por el que correrán sus aguas. Lo accidentado del mío en los últimos meses ha dado en remansos y aluviones, vaquillas o morlacos que ha habido que capear con peor o mejor maña.
Llegó Cristina, la profesora de prácticas, y en el aula había de pronto un aire como más limpio con los alumnos buenos y más viciado con los pasotas. La pobre sufría en silencio mi reticencia a la luz artificial, y anotaba sus cosas en teresiana penumbra hasta que se decidía a pedir permiso para encender. Cuando comenzó la fase de intervención, que así se llama ahora al hecho de que los profesores en prácticas impartan las clases, superó enseguida su inicial temor a no saber llevar a los alumnos de 1º. Hay que decir que Cristina Sevillano López-Romero conocía el paño, pues fue alumna mía durante los cuatro últimos cursos de enseñanzas profesionales, antes de hacer el grado superior y terminar tocando como los ángeles. Fue todo mejor que bien. Pondría el único pero de que, hija de su tiempo, hiciera resonar en el aula a razón de 4 veces por hora el infeliz “en plan”, ante lo que algunos alumnos me miraban de reojo con sonrisilla chinchona. En conjunto acabaron teniendo con ella tal sintonía que su último día de prácticas, que coincidía con el examen, le regalaron unos bombones y unas flores. Habiendo recibido uno en 21 años de docencia no más que dolores de cabeza y esquiveces, no daba crédito. Esto sucedía un 19 de marzo, día, dicen, del padre.

 F. Couperin: Troisième leçon de ténèbres.

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