Con la resiliencia no me engañé: seguramente sería cosa relacionada con la resistencia, algo que nunca fue mi fuerte; y acertaba: resiliente tampoco.
Con lo de procrastinar ya me puse serio. Aquel palabro auguraba lo peor, un híbrido entre próstata (toco huevera) y castración (horreur!) Ojalá no procrastine nunca, pensaba angustiado. Hasta que me enteré de que aquello no era más que aplazar algo, haciendo entretanto, naturalmente, cualquier otra pijada para sentirnos menos mal. Parece que era necesaria para eso una palabra más larga, que luciera más. Así que llevo procrastinando toda la vida y me entero ahora. Cuál será el siguiente susto.
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