Escarmentado con la cola que tuve que esperar
ayer, aproveché para sacar también el billete para el primer teleférico de hoy,
a las 9. El desayuno del hotel está mejor que bien, con fruta, un sobao como un
adoquín y dos frisuelos bien ricos, aunque le salían mejor a abu. A la ventaja
de estar ya caminando a las 9:15 se suma la energía que aportará tan sólido
forraje. Mi intención es subir por la canal de San Luis en dirección a la
horcada Verde, si se tercia ascender la torre de Altaíz o el pico San Carlos (o
los dos ya que están juntos) y seguir hacia el tiro de Casares para cruzar la
canal Ancha, bajar hasta el lago Cimero y volver por Liordes y los Tornos.
Tenía la excursión de ayer por aperitivo de la de hoy, pero pronto veré que era
más bien al revés.
La canal de San Luis sube cómodamente en
dirección a la colladina de las Nieves y la Padiorna. Debo dejarla a mi
izquierda para girar en dirección a la torre de Altaíz, que he rodeado. Unos
hitos mal puestos me llevan a abandonar la senda antes de tiempo, tragándome el
pedrero del hoyo. Habría sido mejor apurar el camino y cruzar a más altura por
unas traviesas rocosas. Los pedreros son buenos para bajar (siempre que la
piedra sea menuda) pero malos para subir. Al pisar la piedra en la pendiente,
resbala. Si bajas, fenomenal: te baja; pero si subes es un esfuerzo doble.
Pronto llego a un collado que da a un primer hoyo (o jou, como lo
llaman los asturianos), el hoyo del Sedo. Ya se divisa, a la derecha, la
horcada Verde, que me recuerda a una de esas ciudades deprimidas y algo dejadas
porque no quedan de camino de ningún sitio. A mi izquierda tengo un pico
bastante alto cuyo nombre no conozco. Miro el plano. Sólo aparece un punto con
la cota: 2356 m. Si subo Altaíz y San Carlos tendré luego que bajar de nuevo al
hoyo y volver a ascender en dirección al tiro de Casares.
Me da pereza y decido seguir y olvidarme de estos
picos y de la horcada Verde. Hay cierto placer en la renuncia, sobre todo
después de la liada de ayer. Llego al collado que deja atrás el hoyo del Sedo y
ya diviso la collada Ancha, por la que pasaré, y detrás las Colladinas y el
cordal del Friero, y aún más allá el macizo occidental, presidido por el perfil
aguileño de Peña Santa de Castilla. Llegar a un collado es, después de hacer
cumbre, el mejor momento para un montañero. Se ha salvado un relieve y se
ofrece el siguiente, con bajada para empezar. Y esa nueva panorámica nos lava
los ojos mientras el aire nos lava la piel.
A mi izquierda tengo el pico sin nombre que antes
veía de frente. Lo de sin nombre es un decir. Todo tiene un nombre, o lo tuvo. Este pico es suficientemente
alto como para ser tenido en cuenta (mide más que la Padiorna, al otro lado de
la colladina de las Nieves) y no le hacen sombra otras cumbres cercanas. Lo
ataco en un gozoso cresteo de diez minutos que será lo mejor del día. En la
cima hay un precioso buzón con forma de escultura en metal de un montañero. Su
placa revela que a otros llamó antes la atención esta ausencia de nombre:
“Cumbre del 2000 y pico. 2356 m.”
Desde la cumbre se ve que se podría descender
directamente a la vega de Liordes, llegando hasta el camino que baja de la
Padiorna y enlaza con el que sigue hacia Collado Jermoso. Pero me apetece pasar
por la collada Ancha, que tiene un bonito nevero, así que vuelvo sobre mis
pasos hasta el collado de antes, al que sigue un nuevo hoyo. Bordeándolo hacia
la derecha llegaría en breve al tiro de Casares. Pero sigo recto en dirección a
la collada Ancha por un precioso y cómodo sendero hitado que, pasada la collada,
bordea sin perder altura el siguiente hoyo, el de Los Llagus, hasta la primera
colladina camino de Jermoso.
Pero mi intención es acortar hacia la izquierda
en dirección al lago Cimero, que vi ayer desde la cumbre de torre Blanca. Hay
en este hoyo grandes neveros. En uno de ellos, tumbados o sentados, nueve o
diez rebecos combatiendo el calor. Son bastante confiados y no se mueven hasta
que, a 20 metros de ellos, empiezo a bajar el nevero a saltos en su dirección.
Es llegar al lago y empezar a tronar. Hago una
foto rápida y giro en dirección a la arcádica vega de Liordes.
Empieza a llover. Saco el chubasquero y pongo la
funda a la mochila. Toca acelerar el paso. El chaparrón dura unos diez minutos,
y le sigue un viento fresco delicioso. Al inicio de la bajada por los Tornos,
que salva en un decir amén un desnivel de 900 metros, hay una estación
meteorológica en la cual se registró en la madrugada 7 de enero de 2021 la
temperatura más baja de la historia de España: -35,8˚. Los Tornos de Liordes, que
se llaman así por las continuas vueltas del camino, se bajan bien, pero la
subida, que no he hecho ni espero hacer, tiene que ser mortal. La senda va
pegada a la ladera izquierda del monte según se baja, evitando el argayo
central, a la que llaman canal del Embudo. Al otro lado de éste se ven,
preciosas, las terrazas herbosas de la peña Remoña.
Por fin conecto con el camino de la Jenduda.
Llego al coche a las tres.
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