De vez en cuando llega una
notificación: nuevo disco de Royksöpp, EP de Beach house, nuevo single de
Nation of language. Y nos aguantamos las ganas y esperamos el momento propicio
para escucharlos. Luego la mayoría de las veces esa ilusión, esa espera y esa
noche en el patio con luna y sin tiempo valen más que lo que escuchamos. Pero
siempre son más las gallinas que entran que las que salen. No esperaba ya nada
del último disco de Placebo, y lo dejé en la tercera canción; sí lo esperaba
del de Likke Ly, pero tampoco. Sin embargo, no hay semana sin sus dos o tres
deslumbramientos en forma de canción ni sin su grupo a seguir. El de esta
semana serán The legends; y las canciones, de Susumu Yokota, Mega bog y 070
Shake.
“Long long silk bridge”, de Susumu Yokota,
empieza como la introducción de El Carnaval de los animales. Pronto
entra una base rítmica a medio tiempo que recuerda a la época dorada del chill-out,
tan injustamente denostado. Luego entran unas cuerdas que durante un
minuto mantienen la música como en suspenso,
a la espera de una concreción de estos brochazos sonoros en una melodía
más reconocible. Y esa melodía, que entra en 1:38 y alimenta la base rítmica de la que a
la vez se alimenta, es de una sencillez que sobrecoge. Termina el
tema de manera un tanto abrupta a los escasos tres minutos, y se pregunta uno
por qué no alargarían, con sugestivos cambios en el ritmo, tan encantadora
melodía. Yendo al disco se comprende: Symbol es una especie de miniatura
en la que Yokota (cuya música, que no conocía, me recuerda a la de Isao Tomita)
rinde homenaje a Debussy, Vivaldi y sobre todo Saint-Säens (con samples de
obras célebres suyas) en temas que en su mayoría no pasan de los tres minutos.
“Station to station”, de Mega bog, es una balada
cuyo encanto está, una vez más, no tanto en lo que suena sino en cómo suena. La
voz casi susurrada, tan al natural que no se la ha tocado en las notas graves,
a las que llega mal, se ve apoyada por teclados tan tristones como brillantes.
Cortes como los de 1:58 o 3.45 sólo hacen agradecer la nueva caída del tema, y
ya acabamos en manos de la canción, sencilla por demás.
“Skin and bones”, de 070 Shake, alias de la veinteañera estadounidense Danielle Balbuena, me hace no perder del todo la esperanza respecto a la música popular contemporánea. Mis hijas, de seis años, son inevitables víctimas del reggaetón, las chaneles y la indecencia dizquemusical imperante. Dudo mucho que puedan apreciar a Bob Marley, a la Creeedence o a Yes, al menos de momento. “El requetón es la mejor música del mundo”, me restriega con desfachatez Andrea con toda la intención. Sin embargo, con una canción como esta pienso que sí pueden conectar. Es otra balada (llamémosla así), qué coincidencia, con teclados punzantes y nostálgica hasta herir. La letra no es ninguna tontería. “Tú me tratas como si fuera algo más que piel y huesos, y eso cambió mi vida”. Aquí el valor añadido lo aportan los juegos de voces (con disonancias que van y vienen) y, sobre todo, el sabio tratamiento de la voz, que se beneficia de un buen uso (esto es, sin abuso) del autotune y, puntualmente, del vocoder.
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