sábado, 13 de agosto de 2022

PERLAS PICARESCAS, Y III (VIDA DE DIEGO DE TORRES VILLARROEL)

 

Crieme, como todos los niños, con teta y moco, lágrimas y caca, besos y papilla (…). Ensuciando pañales, faldas y talegos, llorando a chorros, gimiendo a pausa, hecho el hazmerreír de las viejas de la vecindad y el embelesamiento de mis padres, fui pasando, hasta que llegó el tiempo de la escuela y los sabañones.

Desde muy niño conocí que de las gentes no se puede pretender esperar más justicia ni más misericordia que la que le haga falta a su amor propio.

Fui bueno porque no me dejaron ser malo; no fue virtud, fue fuerza.

Empecé la tarea de los que llaman estudios mayores, y la vida de colegial, a los 13 años, bien descontento y enojado, porque yo quería detenerme más tiempo con el trompo y la matraca, pareciéndome que era muy temprano para meterme a hombre y encerrarme en la melancolía de aquel caserón.

En todas edades somos niños y somos viejos.

Creer algo, disputar poco y no temer nada.

Expuesto a los muchos rubores y escaso alivio que produce la limosna.

Asistía a todas las diversiones cortesanas con que tiene comúnmente dementados a sus moradores aquel lugar indefinible. Lograba coche, Prado, comedias, torerías y demás espectáculos adonde concurren los ricos, los ociosos y los holgones.

Para nada me importa que se sepa que yo he estado en el mundo.

Por lo mismo que ha tardado mi muerte, ya no puede tardar.

Estoy en irme muriendo poco a poco, sin matarme por nada.

Aún me hago las cuentas más alegres.


Diego de Torres Villarroel

No hay comentarios:

Publicar un comentario