miércoles, 25 de abril de 2012

YO TE ESPERO, MINUTO DE BELLEZA

Hace unos años tenía la costumbre de anotar en un cuaderno el mejor momento de cada día. No era mal ejercicio, vital ni literario. Obligaba a estar alerta. Le parecía a uno que el apunte, la idea despojada, reflejasen acaso mejor que un diario al uso la condición azarosa y fragmentaria de nuestra naturaleza. Así, rebuscaba en la entraña de esos días en los que, parece, no sucedió nada, pero pasó una bandada de cigüeñas en demorado regreso hacia la catedral; o escuchamos la monserga metálica de un colirrojo, con ese sonido similar al que hace el ordenador al vaciar la papelera de reciclaje; o nos prendió la cita anual con los primeros lirios detrás del monasterio; o descubrimos un grupo cuyas canciones prometían horas de luz.

Se iba uno dando cuenta de que esos instantes eran el germen de la mayoría de los poemas que escribía o habría querido escribir, y acechaba ese minuto de belleza que no siempre valía. No sé por qué errado derrotero habré llegado a esta especie de urgencia por saber reconocerlos, a esta avidez que los pone en fuga, sobre todo cuando se les espera o se intenta propiciarlos (una música, un atardecer), y convierte lo mejor en una forma más de la ansiedad.


Capilotes

2 comentarios:

  1. Me ha llegado a las entrañas.gracias amigo.

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  2. Cuánto me identifico con esto que cuentas. Y esas flores extraordinarias buscando también otra belleza.

    Es un placer sintonizarte.

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