Todos los años, a estas alturas terminales del curso, se percibe en el ámbito docente una velada presión, ejercida por la administración, para que apruebe el mayor número posible de alumnos. Se ve que los recalcitrantes malos datos referidos al fracaso escolar en nuestro país han hecho encenderse en las cabezas de los tecnócratas de turno la bombilla equivocada. Así pensaron, confundiendo el camino más corto con el mejor: ¿cuál es la manera más rápida de remontar el mal dato de suspensos y abandonos? Pues convirtiendo los suspensos en aprobados, naturalmente. Medidas como la promoción al curso siguiente de un alumno con hasta tres asignaturas pendientes, o la implantación de la convocatoria de septiembre en las enseñanzas de régimen especial, entre otras, van en esa dirección.
En el conservatorio de música donde uno ejerce cada vez se hace más farragoso el ya de por sí lamentable trámite del suspenso, pues al boletín con la calificación negativa ahora hemos de adjuntar un informe en el que se detallan los objetivos no alcanzados por el alumno, así como una “propuesta de actividades para la superación de la asignatura” en la convocatoria de septiembre. En las pruebas de acceso para aspirantes externos, que desde hace un par de años se graban en vídeo (otra muestra de confianza en el profesorado), el tribunal examinador debe cumplimentar un documento en respuesta a las reclamaciones presentadas por los padres, que, alentadas a veces desde el propio centro, cada curso llegan en mayor número.
Esta actitud de la administración, ante la duda a favor de padres y alumnos, puede acarrear a los profesores enojosos roces laborales, como la repetición del examen a alguno de los aspirantes con estrambóticos pretextos. Uno de esos asuntos le llevó increíblemente a uno a verse picando la puerta del despacho del inspector educativo, ante el que se sentó arrugando la boina, avergonzado por traer a colación un tan nimio –aunque para sí importante– capítulo. El señor inspector, cum laude en chuletones a juzgar por su aparente embarazo, no lo tuvo sin embargo para quitársele a uno de encima con sumo descaro, recomendándole sutilmente que no diera más la lata.
Aunque en estos litigios quede uno conforme de sí por haber hecho lo que debía, que a menudo es lo más difícil de hacer, son éstos duros aprendizajes, socavadores de la confianza en las instituciones y la justicia domésticas. Señores profesores: como el nefasto Wert (que en el teclado del ordenador se toca como Re Mi Fa Sol en el del piano) ha decidido condicionar las becas al expediente académico, tiren hacia arriba de las notas de los alumnos, pero solo un poco, no tanto como para que puedan acceder a una de ellas; un 5 o un 6 será suficiente.
Veremos cómo sigue cazando la perrita.
Veremos cómo sigue cazando la perrita.
Con esa política de pasar la mano por la espalda del educando, nos vemos ahora con un panorama de involución y desnorte general. Este neologismo tan acertado lo explica todo de brillante pincelada: Indocencias.
ResponderEliminarSaludos Sergio.
Manuel