Paseo con querencia hacia el río, luna en creciente. Se trataba tal
vez de regresar a la piel del joven que se descubría carne amante en
el mundo, practicante vehemente del perfume del aire; de rememorar
este mismo paseo de hace diez, doce, quince años, un suspiro.
Lamento los cambios que presenta la margen del Pisuerga, aunque sería
justo aclarar que no por encontrarse en peor estado. Sucede que a su
orilla una mujer me dio una noche el sí de sus labios sobre la rama
de un árbol, y que ese árbol ya no existe.
Qué bonita foto. Y el árbol ahí lo veo también, salvado (nomen omen) en esta entrada.
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