lunes, 24 de noviembre de 2014

VENDRÁN DÍAS

Vienen, sí, esos días negados, como unos calcetines del color de la pena, por no decir en la cesta de la ropa sucia, días contagiados por la niebla y la lluvia, de un cansancio sin causa, días sin su momento. Si estamos así en noviembre cómo llegaremos a junio, piensa uno. Y entonces, justo ahí, no olvidar que siempre acaban volviendo las mañanas de dulce sur que justifican el mundo, amarillas y azules como un lirio a deshora que nos lava la mirada, tardes templadas para el paseo lento, noches amplias que nos restituyen la plata centelleante del cielo; mañanas, tardes y noches con sus pequeños grandes placeres, si baratos impagables: el desayuno con periódico en la panadería del barrio, la biblioteca en bici, el Mondosonoro y los suplementos en el café donde suena mi aria favorita de Vivaldi o la belleza también temblorosa de las nuevas canciones de Röyksopp (y qué pocas veces las palabras habrán dicho tan bellamente como aquí lo que une a dos hermanos). ¿En qué poema cabrá tanta poesía?

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