A
veces intuyes, sabes que hay una palabra mejor que, al fin al fin,
encontrarás –te encontrará–; pero otras eres consciente de
que
no existe esa palabra, que la lengua no ha previsto ese matiz preciso
que acaso exista en otro idioma, y que, a últimas penas, tendrás
que acabar por aceptar la voz escogida, como quien acepta hasta
amarlas las taras de un hijo, por más que sigas buscando otra
palabra
primero y, ya con ella, otra manera de decir después.
Gran verdad, Sergio, y para los que como uno, están en el intento, escuela de humildad.
ResponderEliminarSalud