¿Se puede ser poeta –que no es lo mismo que escribir poesía, o lo que hoy pasa por poesía, ni publicarla– sin saber distinguir un álamo de un abedul, una violeta de una malva, una golondrina de un vencejo, sin atender, en definitiva, al dictado de la naturaleza? Antinaturalmente.
Supongo que sí, que se podría, porque debe de haber tantas clases de poetas como de árboles, flores y pájaros juntos. Pero que poeta tan triste sería ese que desconoce el lenguaje del mundo.
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