No he podido escuchar (no los he encontrado en Spotify ni en YouTube) los tres primeros álbumes de Joana Serrat (Vic, 1983), que, por lo leído, se inscriben en la profusa tradición de la canción americana. Esa misma inspiración domina en Dear great canyon (2014), Cross the verge (2016) y Dripping springs (2017), discos de buena factura que recuerdan a Joanna Newsom o a Bon Iver, demasiado apegados quizá a estos y otros referentes de la americana music. De esta primera etapa destaco "Green grass", que con su luminoso estribillo salva la atonía de la que adolecen, en mi opinión, los por otra parte más que correctos trabajos de esta primera etapa.
Hardcore from the heart (2021) es también un álbum donde prima la melodía, pero ya me parece más personal y ambicioso, en el mejor sentido de la palabra. Lo melancólico, ensoñador y paisajístico, y la abundancia de tiempos medios hacen de ésta una música ideal para ver caer las hojas desde nuestro cuarto una tarde de otoño. A la vez, la base sonora que sustenta la voz, siempre protagonista, se ha enriquecido. Ya suenan también a Cigarettes after sex ("Take me back where I belong") o a Beach house, como en "Easy", de precioso y delicadísimo final.
El reciente y sobresaliente Big wave (2024) supone otro paso adelante en la carrera de Joana Serrat. Son sus principales ganchos, como en el trabajo anterior, los estribillos infalibles y las armonías vocales, sencillas (son las mejores) y sabiamente dosificadas. Pero en Big wave hay programaciones electrónicas que buscan un sonido en ocasiones áspero y tirante, sin miedo a la disonancia. En esto me recuerda a Torres, y en la superposición de capas sonoras a Minor victories. Destaco cinco canciones del álbum: la preciosa "Are you still here?", cuya sencillez la emparenta con los discos anteriores; "The cord", con su estribillo lacerante y su sorprendente final vocoderizado; "Feathers", que insiste en el modo menor, con un sonido pesante sostenido por las percusiones y las guitarras ríspidas; "Sufferer", que saca partido al viejo truco de alternar modo menor (estrofa) y mayor (estribillo); y "Freewheel", en la que el juego, también infalible, consiste en el retardamiento, durante casi un minuto, de la última caída al radiante estribillo (perdonen el spoiler), si bien yo habría mantenido, tras éste, la distorsión acumulada.
Paralelamente, Joana Serrat desarrolla otro proyecto, el grupo Riders of the canyon, junto con Matthew McDaid, Víctor Partido y Roger Usart, además de la valiosa colaboración a la guitarra de Joey McClellan (Midlake). Aquí la ganancia está en la alternancia (y a veces confluencia) de voces masculina y femenina (los cuatro miembros de la banda cantan) y el buen hacer de McClellan, que recuerda a los desarrollos guitarrísticos de The war on drugs. En conjunto, el único disco firmado por la banda, el homónimo Riders of the canyon, se acerca más a la etapa "pre Big wave" de Joana Serrat. Me quedo con el delicado single "Sunflower".
Pocos talentos musicales hay en España a la altura de Joana Serrat, cuya trayectoria ascendente hace augurar más y mayores alegrías. Atentos.