"Un epigrama bello es cosa fácil, / escribir todo un libro es lo difícil." Pero qué bien salió del paso Enrique Badosa en sus Epigramas confidenciales. Mi ejemplar tiene la gracia añadida de que está dedicado por el autor a un E.R. que repasó su nombre con un bolígrafo del mismo color para hacerlo más visible, humanísima debilidad que habría dado, por qué no, para otro epigrama. Parece este, por cierto, un tipo de poema pintiparado para el pensamiento liberal de este "español de Cataluña" que no duda en tirar contra inquisidores de la lengua y el pensamiento, fumadores, feministas o lúbricas poetisas, casi siempre con finura: "Te has elevado a más de lo que asciende / tu talla muy común de español medio. / Has llegado tan alto que has logrado / añadir casi un palmo a tu estatura. / ¿El vivir de puntillas no te agota?" Aunque suene tópico, sorprende (y se agradece) la vigencia de estas páginas, que apuntan, por ejemplo, contra las papanatadas de la gastronomía, palabra escrita irónicamente con mayúscula, o la omnipresencia del fútbol, en virtud de la cual sus informadores se reputan poco menos que como mediums. Y no creo redundante señalar su vigencia porque, aunque se publicaron hace apenas 26 años, son éstos "poemas de andar por nuestras calles", y es en el cuerpo a cuerpo del día a día donde más se aprecian las canas y las arrugas de lo escrito. Tan sólo las referencias a la dichosa "movida" parecen ya remotas. Si no, lean.
* * *
La amistad es un arte de vivir, / y no
podrás decir que no estás vivo / mientras sepas tener amigos viejos, /
viejos amigos y enemigos nuevos.
Si puedes recordar bellas ciudades, / noches de amor y de amistad y libros, / y no sabes vivir, no me interesas.
Empiezas a encontrar que no te encuentras.
No importa que ninguno te escuchemos, / lo malo está en que todos sí te oímos. / (...) Nos das la buena nueva de tu cháchara, / nunca la bendición de tu silencio.
Porque te cedo el paso ante una puerta / te ofendes y me acusas de machista. / Ya me ha vuelto a engañar mi propensión / a creer que una chica que me gusta / ha de ser tan sensata como hermosa.
Cumpliste tu misión de ser hermosa / y darle nombre propio a la belleza.
La
belleza que ostentas y prodigas / en nosotros y en todos los espejos, /
se te dejó en custodia. Sé paciente: / muy pronto habrás de verte
liberada / del peso de guardar este tesoro.
Te lo dijo
de súbito y airada: / no te soporta más, tú no utilizas / su dialecto
común de palabrotas. / Lástima es. Hablabais lengua culta / sobre el
silencio tibio de las sábanas.
En
una misma lengua os adorasteis, / idioma ni del uno ni del otro. / Hubo
la intensidad del grito amante, / tierna etimología de suspiros, /
alguna discrepancia filológica, / los problemas semánticos al uso, /
añoranza de hablar como en la patria, / y formas dialectales del
silencio. / Acabó en lengua muerta tanto amor.
¿Qué es esto de decir Tercera Edad? / Hoy, que se habla muy poco y no se lee, / ¿por qué tanto temor a las palabras? / ¿Acaso es una infamia y un delito / vivir en los inicios de la muerte?
Es difícil andar por estas calles / sin esquivar miradas pordioseras, / falsas o de verdad, y siempre tristes. / Hoy alguien me alargó mi propia mano.
No eres más que uno más entre los mases. / Masivamente solo entre los solos.
Lo sé. Yo soy el raro. No soporto / tu refrigeración, tus decibelios, / tu rocanrol, tu tele, tu tabaco, / ni que te empeñes tanto en confundir / con la vulgaridad la democracia.
Falta prudencia cívica y estética. / ¿No está ya muy contaminado el mar / para que derramemos en las playas / tanto desnudo barrigón y anciano?
Místico del estadio, que levitas / cuando algún jugador se te aparece.
Intelectual del fútbol, exegeta / de la profundidad de la quiniela.
Ya está en orden el caos de este pueblo. / De nuevo somos grandes y triunfales. / Con entusiasmo todos entonamos / el himno patrio: do, re, mi, fa, gol.
Ni Freud se lo podía imaginar: / que de la fase oral y de la anal / pasáramos de golpe y para siempre / a la madura fase audiovisual.
¿De qué hablaremos hoy, si fumas tanto / que apenas las palabras se perciben / entre las humaredas que me espetas? / Boca a boca quería compartir / contigo lo que siento y lo que pienso, / pero monsieur Nicot se me interpone.
Yo tan, tan liberal deseo ser / que ni a un partido liberal me apunto.
No marcarás mis ojos ni mi frente / con el hierro candente de una sigla.
Me
inculpas de ser poco solidario, / porque no engroso manifestaciones, /
ni gritos de protesta, ni asambleas. / Mi pancarta de voces solitarias /
tan necesaria es como la tuya.
Mucho menos me impongas libertad.
Liberal
y demócrata sin siglas, / quiero una aristocracia para todos. / No por
esto yo dejo de sentir / que valgo más que tú, / no tanto como tú, igual
que tú.
Nuestra
moral en esto sí coincide: / en la abominación de dictadores. / Manos a
la labor, eres tú manco y zurdo, / ya que sólo abominas de dictaduras
diestras. / Gracias a Dios, yo empleo mis dos manos.
Con
retórica escueta de brochazo, / decoras las más céntricas fachadas. /
Maestro en libertario silogismo, / razonas que "Anarquía es libertad", /
y aún precisas que "Anarquía o muerte". / Ergo, según tu lógica
macabra, / si no somos anarcos, somos muertos. / Y ni anarcos ni muertos
somos libres.
La ciencia del estilo ya registra / escritura de izquierdas y derechas, / inclusive en un mismo literato. / A más de un pensador el hemiciclo / le produce hemiplejia intelectual.
Aunque tú no me leas, yo te leo. / Gozo de los aciertos que consigues / y deletreo, aprendo y rememoro / la lección magistral de tus errores.
No publican tus versos, y te enojas. / Llevas mucha razón, pues tus poemas / tendrían que grabarse en mármol pedagógico / para que así constase para siempre / lo que nunca ha de hacer poeta alguno.
Si el vino te gustara, como dices, / no lo trasegarías con tal prisa / al deforme barril que te conforma, / ni lo derramarías sin pudor / en tu conversación monologante. / Menos aún dejaras desbravarlo / en la botella rota de tus libros.
Es género menor quien mal escribe. / Quien lee mal es género menor.
Murió de sobredosis de sí mismo.
... cuando los eruditos eruditen.
Para que no lo entiendas, te lo aclaro / al llamarte sombrero sin cabeza, / cráneo licuefactor, alma sin alma, / igual que te podría llamar tonto, / yo no te insulto, no, te diagnostico.
Puesto que la poesía sí me gusta, / ¿por qué me gustan sólo pocos poetas? / Tú no eres muy sutil. Me gustan pocos / porque me gusta mucho la poesía.
No puedes poner música a un poema, / pues ya tiene la suya. Calla y vete.
Cualquier valor que otorgues a mis versos / no me lo
tienes que otorgar a mí / más que como a un obrero de palabras / que por
sus utensilios siente amor. / Mi mérito es hacer lo que alguien manda, /
y no niego que así yo soy más libre, / incluso a veces libre de mí
mismo.