–¿Es la casa de los
Fernández Álvarez?
–Sí, quién es.
–Hola mira, soy Jose,
del Grupo L..., ¿tendrían pensado cambiar la bañera de su casa por
un plato de ducha?
–Pues no.
–¿Y alguna otra
reforma en la casa?
–No, no, gracias.
–Disculpe las
molestias, adiós. –Y cuelga sin que me dé tiempo a preguntarle
cómo sabía que esta era la casa de los Fernández Álvarez. Aunque,
a poco que se piense, es fácil de suponer. Un escalofrío recorre mi
espina dorsal al imaginar que todos los Joses, Albertos, Manolos,
fontaneros, cristaleros, persianeros, pintores, parqueteros,
abrillantadores, electricistas, iluminadores, escayolistas,
alicatadores, carpinteros, cerrajeros, limpiadores, albañiles,
soldadores, caldereros, marmolistas, instaladores de toldos,
desatascadores, diseñadores de interior o cambiadores de bañeras
por platos de ducha de la ciudad (dejémoslo ahí) se dedicaran a
tirar de guía telefónica para buscar clientes y sacar adelante sus
pequeñas empresas, mientras los sucesivos gobiernos van dando
sucesivas facilidades a sus hermanas mayores para que sigan ere que
ere.
Vimos con estupefacción en El País del sábado el anuncio de un seminario cuyo objetivo era informar a los empresarios sobre aspectos clave de la reforma laboral y los cambios que esta implica, que necesitan saber aprovechar: despidos más baratos (ahora sí que
sí), reducción de salarios (por fin será una posibilidad real),
despidos objetivos por causas económicas más fáciles de
justificar, despidos colectivos para los que basta la decisión del
empresario, y en los que además se simplifica mucho la
burocracia... ¿Quién da más? Continúa, alegre, el reclamo: Domine el nuevo y más sencillo procedimiento
de los EREs, adiós “despido express”... hola “nuevo despido
express” (cómo prescindir de un trabajador mediante un despido
improcedente), se acabó el absentismo por faltas de asistencia
(conozca las nuevas reglas para prescindir de quienes lastran la
productividad de su empresa), ¡y muchos más cambios!... ha llegado
la auténtica flexibilidad interna en la empresa. Menos mal que el objetivo de la reforma, como repite machaconamente el gobierno, es la creación de empleo.
El
futuro es el siglo XIX. Hoy más que nunca, áspero mundo.