A punto de tirar de la cadena de este año, se oye mucho este chascarrillo: “al menos esta vez en la cena de Nochevieja no tendremos que aguantar al cuñado pesado”. Todo el mundo tiene un cuñado pesado pero nadie es el cuñado pesado.
miércoles, 30 de diciembre de 2020
domingo, 27 de diciembre de 2020
MERRY CHRISTMAS MR. LAWRENCE
(BSO Merry Christmas Mr. Lawrence, 1983)
miércoles, 23 de diciembre de 2020
POLIZÓN
Podíamos
haberle llamado Sevino, como el perro aquel que se quedó uno de la obra porque,
decía, «cuando ya nos marchábamos se vino con nosotros». Pero “Polizón” está
muy bien puesto, y fue cosa de Sara. Sucedió así: al llegar del trabajo y cerrar
la puerta del coche, escuchó unos maullidos tiernos que salían del motor. No se
atrevió a mirar, no fuera a contemplar un desaguisado, así que subió para que abriera
yo. Al levantar la tapa vimos un gatito como unas flores mirándonos ojiplático.
Era más pequeño que un panete. Cuando fui a echarle mano se escurrió motor
abajo y echó a correr hasta meterse en otro coche (se ve que tenía la técnica
muy desarrollada). Hubo que localizar entre los vecinos a su dueño, y ya por
fin se dejó coger.
Era,
ya digo, precioso, con un algo de siamés, aunque se le veía que era gato de
muchas leches. Nuestro polizón tenía estrella: había sobrevivido a un viaje de
15 kilómetros en el motor de un coche, como sobreviviría meses después a una
caída desde un tercer piso. Hicimos alguna pesquisa para localizar al dueño del
gato, pero con cierta desgana, la verdad sea dicha, pues nada más ver aquellos ojos Sara
y yo supimos que ya seríamos tres. Cuando le planteaba mis dudas, ella me miraba
de aquella manera en que no hacen falta las palabras, la mirada de la
maternidad o la del sí. Ni que decir tiene que esos primeros días teníamos a Polizón a qué quieres, boca. Era muy cariñoso, y a la vez se le veía que tenía ya sus
camándulas, y en ello se apreciaba lo callejero de sus primeras letras, cosa ésta
que a mí, no sé por qué, me ponía orgulloso. Tenía, como buen gato, los dos
extremos. Mayormente lagotero, se quedaba dormido en el regazo patas arriba, y
parecía imposible que saliera un ronroneo tan potente de un cuerpo tan pequeño.
Se le pasaban a uno las horas mirándolo sin que hiciera falta más. Pero de pronto
despertaba y en cero coma le entraba la selvatiquez propia de las cachorrerías y
los juegos de sus pocas barbas.
Una
mañana, pasados unos meses, me llamó la atención que al abrir la ventana de la
habitación pequeña no acudiera como siempre con su trotecillo para, apoyado en
la mesa, asomarse a la calle. Así había hecho esa misma mañana, como todas
las mañanas al ventilar la casa. Agité la caja de las chuches, y tampoco. Peiné
la casa. Nada. Decidí bajar. Quiso la suerte que debajo de la ventana haya unos
macizos de lavanda y romero. Cuando le vi amonado entre ellos me tiraba ceños como
no lo había hecho nunca, y al ir a echarle el guante me bufaba de una manera
que me hizo recordar aquello que decía Borges de que Dios creó al gato para que
el hombre pudiera acariciar al tigre. Distrayéndole con una mano, le enganché
con la otra. Lo puse en el regazo y ya no se movió. Tenía algún arañazo en el
hocico y en un párpado. Pero salvo esto y una recancanilla que le duró unos
días, «no hubo que lamentar daños». Aquí has gastado otra vida, compañero, le
decía. Ya te quedan cinco, y tienes medio año, mira a ver…
A
raíz de esto le operamos, no fuera el olor a hembra lo que había empujado al
amigo a alzar el vuelo. Pero le quedó un resto de hombría que de vez en cuando
se manifiesta en un chocante ritual: se coloca encima de una manta y la muerde mientras
va rotando con las patas traseras y bombea al aire. Me figuro que esto viene a
ser su onanismo, y yo lo respeto y aun lo fomento, porque entiendo que de vez
en cuando es necesario descargar tensiones.
Hubo
otro gran susto cuando Polizón se escapó durante las fiestas de Zazuar. Impotencia
mayor no conocieron mis días que la de castigar los corrales abandonados con sus tapias
durante aquellas largas 50 o 60 horas. Apareció el tunante en el momento exacto
en que mi cuñada, que comparte con Poli la afición noctívaga, volvía de la
verbena.
Pero
volviendo a los rituales, se diría que Polizón vive de momentos. Uno de ellos
es al hacer la cama. Viene enseguida a ayudarme. Se mete bajo las sábanas para
atacar en el momento de pillarlas en el colchón. Es un lance arriesgado, pues
va con todo y ahí no controla. Pelear con él también me sirve a mí para desfogarme,
y acaba huyendo con cola de zorro para reaparecer en el momento en que pongo
los cojines, al acecho de mi mano provocadora, que raro es el día que no se
lleva alguna tarascada.
Pero
el súmmum para Polizón es el momento del cepillado. No tiene límite.
Cuando ha llegado la noche sin que le hayamos pasado la carda, maúlla desabrido ante tamaño desafuero.
Si estoy recogiendo la cocina y tiene que esperar, va bajando humos hasta que
acaba implorando. Me ve entonces coger el cepillo y trota hasta la esquina del
comedor, donde se tumba justo debajo del radiador (sitio más incómodo no habría).
Tengo observado que cuando estoy cansado le cepillo más fuerte, y esto me
recuerda a abu, que ponía fin así, a las bravas, a los rascamientos que yo le
solicitaba. Cuando es Polizón el que se cansa, me tira un mordisco sin decir
agua va. Aprovecho ese momento para quitarle las legañas y las zurrapas del
culo, y si sigue tierno, proceder a un corte de uñas no apto para pusilánimes; tanto es así que creo que voy a empezar a utilizar guantes.
Llega
por fin la hora de irse a la cama. Polizón duerme con nosotros (esa batalla la
perdí bien pronto). Es entonces cuando aprovecho para leer por fin
tranquilamente. Pero no. Todo su afán es colocarse entre
mi cara y el libro, pero de espaldas, de manera que queda su ano a dos centímetros
de mi nariz. Se inicia ahí un forcejeo que acaba con él a los pies de la cama. Tiene
luego rachas de sueño terribles, días en que se diría que no ha hecho otra cosa que dormir.
A mí también me pasa todos los años al inicio de las vacaciones de verano, donde no perdono la siesta del carnero (creo que Juan Ramón
Jiménez también habló de su «época letárjica»).
Polizón, Poli, Polizonchi, Polizonchíbiris, Gatusquini, Gatus… No hay día que no demos las gracias por tenerle con nosotros.
domingo, 20 de diciembre de 2020
lunes, 14 de diciembre de 2020
APRENDER A ESPERAR
No
tengo como antes los poemas en la cabeza. No intento relacionar lo que veo,
escucho o leo con ellos. No llevo libreta encima. Y escribo mejor (esto está muy mal decirlo, pero viene al caso y me importa ser claro).
Quizá la poesía sea como el sexo, no es cuestión de cantidad, sino de
intensidad. Puedo estar casi un año sin escribir un poema, pero de pronto
llegan tres en dos días, como lágrimas calientes sin porqué, porque hacía ya mucho. Últimamente es así. Y yo obedezco.
jueves, 10 de diciembre de 2020
SÓLO ESTE MOMENTO
SÓLO ESTE MOMENTO
No dabas tú contigo. Caminabas
absorto río arriba hacia la presa.
Nadie había, diríamos, allí
si nadie fuera tanto:
el agua hermana, otra y la misma, el frágil
patinar de zancudos zapateros
como lluvia incipiente,
el sol entre unos chopos rumorosos
o un rebullir de insectos al trasluz
como motas sonámbulas de polvo
entre otros muchos mundos.
Y allí, en aquel lugar,
te esperaba la paz que te negabas.
No fuiste tú, tu infancia se bañó.
Al agua confidente fuiste echando
una a una las penas
y ninguna flotaba.
Y fue aún mejor que el río
se hizo niño también, niña la tarde,
niño el aire de julio al que secaste
un cuerpo casi alma.
Y allí mismo escribiste
a punta de navaja en el tortuoso
tronco de un salce “sólo este momento”,
tributo emocionado
al piadoso, fiel dios del instante.
(De Hilo de nada, Eolas, 2020)
sábado, 5 de diciembre de 2020
miércoles, 25 de noviembre de 2020
ASÍ NO SE PUEDE
domingo, 8 de noviembre de 2020
miércoles, 4 de noviembre de 2020
ESTATUAS DE SAL, DE AVELINO FIERRO
Durante el confinamiento de marzo y
abril (¿tendremos que referirnos a él dentro de poco como “el primer
confinamiento”?), Avelino Fierro publicó en El cuaderno digital y en TamTamPress unas “Cartas
desde mi celda”, 31 en total, dirigidas a amigos de toda laya (incluso una «a
un lector desconocido») que ahora se han publicado en papel con el título de Estatuas
de sal (Ediciones Franz). Pero que la circunstancia ni la mención a tan
oscuro periodo ahuyenten a nadie. No recuerdo haber tropezado durante su lectura
con las palabras virus o muerte. Al contrario, hay mucha vida en
este libro, muchas lecturas (quien ya conozca los diarios de Avelino Fierro no
se sorprenderá de ello), mucho pensamiento en voz alta y mucho recuerdo, como
verán si siguen leyendo. La singularidad de este libro reside en que sus cartas
se iban publicando diariamente, sin la respiración pausada de las entradas de
diario que el autor va entregando en TamTamPress, lo que otorga a este Estatuas de sal una espontaneidad no menos reveladora del carácter de su autor.
En el prólogo, memorable, Jordi Doce habla de la honestidad de estas páginas que cumplieron con la tarea de acompañarnos durante aquellos días, y arroja luz sobre ese tono “sabiamente descosido” de Avelino Fierro, su entusiasmo, su humor y su capacidad de convertir el mundo “en una liebre sorprendida por los faros de la curiosidad”. El fragmento que sigue pertenece a la carta del lunes 30 de marzo, dirigida a José Enrique Martínez, catedrático de Teoría de la Literatura y natural, como Avelino Fierro, de Chozas de Abajo (León).
▪
La casa y los animales, las tareas del campo
–las conocí todas–, el crujido de las tablas de la iglesia y los responsos y
jaculatorias en la voz nasal de las viejas, el toque de campanas, los árboles
que siempre nos decían algo, el canto de la lechuza, la presencia de lo
sagrado, el demonio, la fiebre alta, algún relato de mi abuela sobre la guerra
o sobre pastores y lobos, la hora de la siesta, el crujido de las pisadas en la
nieve y los carámbanos en las tejas de los aleros, las siluetas de los guardias
civiles encapotados cruzando el pueblo en sus bicicletas, la recogida de
aquellas ciruelas color vino en la huerta de la madrina. Ah, claro, la
vendimia; el acompañar al abuelo Quico a regar o a mi padre a la siega, él con
la guadaña al hombro y yo con el temor a encontrar una culebra entre la hierba;
la trilla; el misterio de la casa vieja cerca de la laguna; las escapadas con
las bicis al monte, y la vuelta, ya anocheciendo, con el viento acariciándonos
el rostro y aquel pedalear frenético cuando subíamos la cuesta del cementerio.
Los primeros cigarrillos a escondidas. Los
huertos encharcados. La abubilla. La sangre en las rodillas. Las paredes de
adobe. El ruido de las esquilas y los rebaños. La caza de los lagartos y el
fútbol en la pradera.
La casa era un mundo cerrado sobre sí,
autosuficiente. Los animales en la cuadra, conejos y gallinas. El pozo. El
horno para la leña. Un banco de carpintero donde el abuelo hacía madreñas. La
cochiquera. Un desván desvencijado, lleno de misterio, brujas y ratones.
Había en cada estación una luz y sonidos y
olores más o menos violentos. Uno de ellos estaba en la casa: el olor a zinc de
aquel cubo que bajaba al pozo artesiano y volvía con agua fría de una tersura
inmaculada, chocando contra las paredes de cantos rodados.
La pena es que nunca tuvimos un río como
Dios manda. Sólo aquella laguna llena de ranas y el estanque del pueblo de
arriba, el pueblo de mi padre en el que yo nací el día de la fiesta. Ya me
dirás…
Todo revive ahora como un fogonazo. Aunque
uno no lo quiera, parece que en estos días se hace balance de la vida. Llegaba la
noche y salíamos a la calleja. Nunca he vuelto a oír sonar esa música de
silencio, nunca he vuelto a ver tantas estrellas.
sábado, 31 de octubre de 2020
domingo, 25 de octubre de 2020
RYUICHI SAKAMOTO POR ELECTRIC YOUTH
jueves, 8 de octubre de 2020
DOS MEZQUINDADES
Camino del colegio, con Laura y
Andrea, llegamos a la altura de cuatro mujeres que hablan tan entretenidas que
seguramente no se dan cuenta de que ocupan toda la acera. “Ay, perdona, hijo,
estamos en medio”, dice una de ellas mientras las otras siguen hablando. El
pasito que da no cambia la situación, y tenemos que pasar en fila india. Pero
ella quedó de educada, que es lo importante.
En el
supermercado, ya en la caja, se coloca detrás de mí una pareja de unos 50 años
(en el supermercado la edad me parece relevante). Como sólo llevan unas pocas
cosas les digo que pasen delante. Ella siente la necesidad de justificarse,
como si fueran ellos los me hubieran pedido adelantar la cola: “Sólo llevo
esto…”, lo que podría dar a entender que dejarles pasar sería lo que haría
cualquiera, restando con ello, queriendo o no, valor al gesto. Hay gente que
lleva hasta lo ridículo su afán de no tener nada que agradecer.
lunes, 5 de octubre de 2020
LO IMPOSIBLE
Los mejores poetas son los más personales, los de voz más reconocible (acento, matiz, color). Por eso son los más difíciles de traducir.
domingo, 27 de septiembre de 2020
EL ÚLTIMO VECINO
Ahora que los grupos del indie patrio que, para uno, tuvieron su gracia (Maga, Love of lesbian, El columpio asesino, La habitación roja, Lori Meyers, Second, Sidonie, Dorian, y ya no digamos Los planetas) parecen en franca decadencia (excepción hecha de Nudozurdo, que lo dejaron en lo más alto, Rufus T.Firefly y quizás McEnroe), cuánto se agradece descubrir un grupo como El último vecino, autores hasta la fecha de dos LPs (El último vecino, 2013, y Voces, 2016) y el EP Parte primera, 2018.
El último vecino es, como tantos, un grupo que saca partido al sonido retro y new wave. Pero no es un grupo más. El de Gerard Alegre Dòria es, para lo bueno y para lo malo, un proyecto absolutamente personal, de esas bandas que no dejan a nadie indiferente. Su actitud y puesta en escena recuerdan a La mode y otros grupos de la Movida, pero con un sonido muy mejorado, sin que el tono paródico, en cuyo límite se mueven sabiamente, pase de las letras o los juegos con la voz a los arreglos o el sonido, siempre impecables. También vienen a la memoria grupos ya más aseados como La dama se esconde ("Mi escriba") o Los secretos ("La noche interminable"), libres ya de las payasadas genialoides de tantos grupos españoles de los primeros 80. Pero el referente más cercano acaso sean Family, y bandas clásicas como The cure (a ellos suena "Antes de conocerte", la canción del sábado de este domingo) o The Smiths, cuya "Some girls are bigger than others" homenajea El último vecino en un par de temas. Más cerca, el filtro de la voz de "Un secreto mal guardado" remite a The radio dept., o "Mi chulo" a La Zowi.
sábado, 19 de septiembre de 2020
PULL
Pull eran, o son, la verdad es que no lo sé, un grupo muy peculiar, el típico que no te explicas que no haya tenido ningún eco siendo tan buenos. Las referencias en internet se cuentan con los dedos de una mano. Hay una curiosa reseña, esta, escrita por un raro metalero de mente más o menos abierta. En Youtube hay un solo vídeo, y además lo destrozaron con la memez de meter trozos de entrevista a mitad de la canción. "16th of may" pertenece a Crane, disco de debut de Pull, muy poco ortodoxo, muy variado (quizá demasiado para los intereses del grupo), sin que eso sea esta vez un defecto. Los bolos en leoneras tuvieron que ser multitud. Yo los vi con mi amigo F. en un tugurio de Valladolid en el que un guitarrista malo que cantaba fatal nos dijo en otra ocasión que no le pagaban por tocar, pero que él no tenía que pagar entrada. Estábamos en familia. El concierto fue muy bueno. Había mucha energía, pero una energía limpia. No sobraba nada. El batería era un pulpo, el bajista bien en su sitio, el teclado abriendo paisajes para la ensoñación, y el cantante y guitarrista muy tímido pero a su manera comunicativo. Sonaban a lo mismo, aunque mirando a los 4 parecieran que iba cada uno de un palo, aunque pasaran de un oscuro tema post punk a otro reggae. Fallaba un poco el atrezo, esos silencios mortales entre canción y canción, con demasiados "gracias". Yo ya conocía "16th of may" de oírla algunas noches en León con T., en los tiempos buenos de La galocha. Cuando no sonaba se la pedíamos a Miguel. ¿Por qué no pitaron Pull ni siquiera en suelo patrio? Cosas que nunca entenderemos. Esta canción no me cansa, y el disco tampoco.
jueves, 10 de septiembre de 2020
HILO DE NADA, AHORA SÍ
Fue un regalo de cumpleaños. Uno más, pero no uno más. La guinda, diríamos. Seis años (pero cuatro) y 35 poemas después de Lo breve eterno va a salir al mundo, que no a la vida, Hilo de nada. Cuándo empieza la vida es algo que un padre aprende, como tantas otras cosas. Diría que estos versos los ha escrito el mismo poeta, al que enseñó a mirar la Naturaleza, pero no el mismo hombre. Imposible indagar sobre la propia intimidad sin que ésta vaya dejando sus huellas. Éstas convierten a Hilo de nada, también, en un libro de familia, y nada agrada más que esto a su autor, que acaso no conoce otra manera de agradecer.
domingo, 6 de septiembre de 2020
THE CINEMATIC ORCHESTRA
Los primeros trabajos de The cinematic orchestra recuerdan a la serie "Blue break beats", de Blue Note; también a Lalo Schifrin o al último y libérrimo Miles Davis, pero con un sonido 2.0 que da cabida a lo electrónico y remite a St.Germain o Jazzanova, adalides del nu jazz. En ese registro se mueven Motion (1999) o Every day (2002), a los que diferencia la presencia, en el segundo, de las voces de Fontella Bass o el rapero Roots Manuva. Son temas llenos de recovecos y cambios sorpresivos, pero llenos de elegancia. Eso sí, no aptos para odiantes del jazz.
La acogida del primero de estos trabajos fue tan buena que los organizadores de la Capitalidad Europea de la Cultura de Oporto encargaron a The Cinematic Orchestra componer una banda sonora para esa joya del cine mudo experimental que es The man with the movie camera, del ruso Dziga Vértov. La música se interpretó en directo durante la proyección de la cinta. Algunos de sus temas, como "All things to all men" o "Evolution", serían reutilizados en Every day, antes de grabar el score en 2003.
Tras publicar una muy personal versión del "Exit music" de Radiohead, The cinematic orchestra graban, ya en 2007, Ma fleur, en el que a la voz de Fontella Bass se unen las de Patrick Watson y Lou Rhodes, tan frágiles ambas. Aquí empieza a ser la de TCO una música más despojada y ambiental, con delicados arreglos de cuerdas o vientos (como en "To build a home"), pianos, algún coro o una guitarra acústica, todo ello sotto voce, dando también voz al silencio. Precioso disco, Ma fleur, como muestra el botón de "Time and space".
A Ma fleur sigue otra banda sonora, para el documental de Disneynature The crimson wing: mistery of the flamingos (2008). Si bien una banda sonora difícilmente puede ser lo más representativo de un grupo o solista, estando como está al servicio de la imagen, ésta es marca de la casa por la capacidad para levantar paisajes sonoros y la finura de los arreglos (véanse "Hatching"o "Crimson skies").
Sigue la buena estrella de la banda. Les encargan el recopilatorio Late night tales de 2010 y abren In motion#1, primera entrega de una serie de ediciones dedicadas a la música de inspiración cinematográfica. Tras un parón de siete años, en 2019 llega To believe, con siete canciones, largas como de costumbre, que alternan lo estático y lo cinemático, con nuevas colaboraciones vocales, entre las que destaca la de Tawiah en la preciosa ""Wait for now/Leave the world". Un año después sale el álbum doble To believe. Remixes. El del tema citado, a cargo de Mary Lattimore, debería escucharlo todo el mundo al menos una vez antes de acostarse. Recomendado queda.