Si
traigo aquí este poema es porque no sirve para libro. Siempre
me dieron tremenda pereza los poemas y poetas que llaman culturalistas, en los que la poesía, cuando la hay, se ve arrinconada por referencias de aluvión a películas, poetas mejor si ingleses, músicos de jazz, etecé, poemas que rara vez lograron
provocar en mí la emoción de la que nacieron, que es de lo que se
trata, quedando las más de las veces en agua de borrajas, cuando no de
pureta, que es aquel del que nadie se atreve a decir, como de un no tan joven al que no le sacan del heavy, que se quedó ahí.
Este poema nació de otro de lord Byron, "Darkness", cuyo principio aparece sobreimpresionado en el primer plano de Remando al viento,
película de Gonzalo Suárez, escritor y cineasta de cuyo ascendiente en la educación sentimental de uno se habló aquí; pero más le debe a la propia cinta, que me subyugó (en el
doble sentido de dominar y embelesar) en la juventud. Y es que no era
sólo una película sobre poetas románticos en el momento en que empezaba uno a tomarse las palabras demasiado en serio. Eran también las lacerantes melodías, escuchadas por primera vez, de Vaughan Williams o de Grieg, la emoción de reconocer en la pantalla rincones amados desde hace tanto tiempo como la playa de Borizo, y, sobre todo ello, la sensación, dolorosa y dulce, nacida de la suma de unas y otras cosas, de estar, aún, a tiempo...
REMANDO AL VIENTO
“Tuve
un sueño –¿fue un sueño?–
El
sol se había extinguido y las estrellas
deambulaban
a oscuras en el espacio eterno.
Y
nuestra helada Tierra
vagaba
ciega y negra en el cielo sin luna.
Llegó
el alba y pasó. Y llegó de nuevo
sin
traer el día (…)”
Amigo George Gordon lord
Byron,
sólo
por estos versos te perdono
tus
naderías, tu prolijidad,
tu
Don Juan, tu Childe Harold, tu Corsario,
este
mismo poema al que le sobran
unos
setenta versos,
incluso
que pudiera llegar alba sin luz.
Todo
por escucharlos
de
nuevo mientras la pantalla oscura
funde
al blanco polar y desolado
donde
duerme la bestia,
por
navegar contigo y con los Shelley
otra
vez por los lagos sombríos de Ginebra,
por
otra maga noche de historias junto al fuego
pensativo,
por que las melancólicas
praderas
de Celorio, la Suite Holberg
de
Grieg y la mirada líquida de tu spleen
se adueñen de la mía una vez más
en
la hermosa ficción que imaginara