sábado, 31 de diciembre de 2011

EL AUTOR EN APUROS

 Los padres salen al vermú con unos amigos –cosa de una hora– y dejan al bebé durmiendo en compañía de su tío y su abuelo, que trajina en la cocina. Empieza sollozando. El llanto va a más y hace que lo cojan en brazos y lo paseen. Pero su inquietud va en aumento y ya llora seguido, a pesar de que su tío lo intenta todo. No hay peluche que pare esto, llega a pensar, ya tan desesperado como el niño.

       Fue oír la voz de la madre y sufrir su rostro como un estiramiento de orejas y un redoblamiento de atención perrunos. El llanto paró en seco. Llegaba al fin el consuelo líquido que el rapaz exigía, el único que su tío no podía prodigar, por mucho que le tocara la ocarina primero y la flauta de pico después.

jueves, 29 de diciembre de 2011

LA CASA DEL DOLOR

Cuando la tristeza vuelva -y vuelve siempre-; cuando hayas hecho llorar a quien te quiere, y las palabras no sirvan; cuando gires en la espiral del remolino, cada vez más cerca de su centro; entonces, no luches contra el agua. Ahonda el sentimiento. No pienses todavía. Toma una de esas píldoras -Naoko, Shadowlands, Dosis modernas- que otras veces te hicieron caer a lo más hondo, donde hallarás -sólo allí- refugio de amor propio. Si es el hogar el lugar al que siempre se regresa, es hogar la tristeza. No luches. Sólo quiérete. Y aprende.
  

Mc Enroe: "Naoko" (de Tú nunca morirás, 2009)

martes, 27 de diciembre de 2011

LO BUENO CONOCIDO

Botas, Machado, Borges, Pereira... Qué pocas nuevas lecturas igualarán a estas relecturas. Cuántos libros me sobran. Cuánto mineral por extraer aún de estos que aguardan en la estantería. Como si lo importante, al cabo, fuera haber leído cien libros más o menos. Cuánta prisa para qué. Cuánto no comprendido.

sábado, 24 de diciembre de 2011

EL RAYO PALPITANTE

          

Otro poema del mundo: ver cómo cuaja el día sobre los campos escarchados, las ramas yertas, los ríos coagulados, la pátina blanca de los tejados de las estaciones derrotadas frente a las que se detiene este viejo tren que para en todos los pueblos de mala muerte, de buena vida.

Súbitamente, a la velocidad del rayo, se cruza con el nuestro otro tren. Apenas coincidimos unos segundos, pero en ellos habremos estado a un metro de cuántas personas, que han pasado como bultos ante nosotros sin que hayamos podido siquiera mirarles los ojos. Qué fugaces han sido sus vidas para nosotros, las nuestras para ellos. Así debe de vernos la eternidad. Para la Historia no somos sino pasajeros invisibles que duran lo que para nosotros el rayo, y cuyo destino sólo un desconocido jefe de estación conoce.

 
                                                                  Juan Hurle: "Distance"


miércoles, 21 de diciembre de 2011

DOS INTENTOS DE POÉTICA EN FORMA DE RÉPLICA

EN DOS PALABRAS
                                                                         
                                                                            Dalia de gran ombligo
                                                                              amarillo y sin aroma,
                                                                        yesca a la menor caricia,
                                                                           yunta, yunque, yuruma
                                                                      más sabrosa. Yugo ínfimo,
                                                                                 médula panificable.

                                                             POETA LEONÉS

¿Y qué?

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(NECRO)LÓGICA

Vida es una cosa, poesía es otra (...) No los mezclemos. El poeta empieza donde el hombre acaba. El destino de este es vivir su itinerario humano; la misión de aquel es inventar lo que no existe. De esta manera se justifica el oficio poético. El poeta aumenta el mundo, añadiendo a lo real, que ya está ahí por sí mismo...

                                                                                                               J. ORTEGA Y GASSET
                                                                                              (La deshumanización del arte)

Si comienza tu vida
                                                         donde fina la vida
                                                         del que te da la vida,
                                                         muerta naces, poesía.

martes, 20 de diciembre de 2011

EQUUS

Los burros no viven, esperan.
*   *   *
Feroz capitalismo: el código de barras hasta en las pobres cebras.
*   *   *
Cada vez que me hablan de alguien noble a quien no conozco, no puedo evitar ponerle cara de caballo.

UN GOBIERNO SERIO

Sintió uno, desde que las cosas empezaron a torcérsele, cierta lástima por Zapatero. No vamos a volver sobre el incuestionable despilfarro de las Administraciones ni a cebarnos en su ingenuidad cuando sacaba pecho afirmando que la nuestra era una economía de Champions League, pocos meses antes de ser arrasados por la marea de una crisis que tardó más de un año en aceptar, tras sucesivas desaceleraciones, tímidas primero y aceleradas después. Se le veía tan superado por la situación, tan desaparecido al final, cuando acabó por ceder ante el chantaje sin fin de los mercados, insaciables por naturaleza, que eludió uno la fácil tentación de darle al tentetieso, deporte nacional promovido por los medios más facciosos donde el calificativo más suave que le cayó encima a ZP fue el de iluso.

En ciertos asuntos todos podemos equivocarnos. También se le ocurrió a uno en cierta ocasión oferecerse voluntario como representante de escalera, y por aquel trago amargo conoció la verdad de la canción aquélla: "Ay Manolete, si no sabes torear pa´ qué te metes". La diferencia, importante, radica en la escala de ambos errores. Lo mucho que se pueda reprochar a Zapatero será en función de su aptitud para la responsabilidad que asumió, pero no creo que nadie pueda dudar de sus buenas intenciones, lo que en política, visto lo visto, no es poco, aunque tampoco suficiente.

Ahora bien, la situación, de la que es responsable en la parte que le corresponde, no admite reduccionismos absurdos. Rajoy, que se ha pasado la legislatura en el cable, aguardando a que el Gobierno le cayera en las manos como fruta madura, y metiendo algún palito en la rueda de vez en cuando, por no hacer mudanza en la costumbre de su partido, tendrá que empezar a decir algo más aparte de que España es un gran país, que la prioridad es la creación de empleo o que hay que recuperar la confianza de los mercados. Leemos ahora en los medios de la derecha más sectaria, tras la merecida debacle socialista, que la presión de aquéllos sobre España aflojará en cuanto vean que al frente del país hay “un gobierno serio”. ¿Quién es ahora el iluso?

viernes, 16 de diciembre de 2011

BUENISMO (DE VEZ EN CUANDO ALGUNA TONTERÍA)

Como en cada sorteo de la Champions o de la Copa del Rey, intercambio un par de mensajes de móvil con un familiar lamentablemente errado en el objeto de su afición. La repetida gracia del asunto radica en ponderar la calidad del rival del equipo de uno (así sea el Cluj o el Victoria Pilzen) y ningunear al rival del rival, llámese Chelsea o Milán.

En el fuego cruzado de hoy mi interlocutor, extrañamente indulgente con los excesos de Mouriño (el último ha sido escudarse en la suerte para justificar su reciente derrota liguera contra el Barcelona, soslayando cualquier atisbo de autocrítica), él que parece persona ponderada y sana, abducido como tantos por el incendiario gurú, carga contra el buenismo de Guardiola, que tiende a exagerar la dificultad de sus rivales para evitar la relajación de sus jugadores. Su ataque a Pep exige una respuesta contundente y a la vez elegante. Improviso unos ripios de aire frayluisiano que acaban siendo un serventesio decente -decente para ser lo que es-, con la intención de decir -sé que no- la última palabra:

Buenismo no, que elemental prudencia
conviene de los grandes al estado.
Más le cumpliera a otros la decencia
de no cargar sus cargos al mal hado.

EL TORERO DEL MOROSO

Acodado en la terraza de este cuarto piso, desde la que se observa el parque de San Francisco alfombrado con las hojas de sus plátanos y castaños, disfruta uno de la única película que, vista a diario, no cansa, la de la vida, acaso porque los rostros de los actores se renuevan constantemente. La secuencia de escenas poco ha variado en el tiempo: la de los barrenderos, como no sea en los aparejos que el ayuntamiento les suministra para realizar su labor; la de las jóvenes, que van o vienen del instituto apretando sus carpetas contra su pecho con idéntico arrobo a las de hace un año o diez; la de la mujer que vacía al pie de un árbol una bolsa de pan para las palomas, desafiando la ordenanza municipal, desde hace tanta pena; y así.

Pero hay entre todos un lance simplón y cautivador, como simplona, cautivadora e irresistible es la observación del mar o de la lumbre, y es el de los coches que pasan calle abajo. Gusta uno de observar si se detienen o no cuando hay alguien esperando ante el paso de peatones (la estadística que estoy elaborando al respecto va muy igualada); y más aún de escrutar los aparcamientos, en los que tantas veces el conductor golpea al coche de atrás (nada más hilarante entonces que observar su reacción al salir, haciéndose el longuis las más de las veces, examinando las menos los posibles desperfectos). Es increíble lo que esta actividad recreativa estimula el espíritu crítico. Hay conductores que comprueban una a una el cierre de todas las puertas; otros que han tardado varios minutos en aparcar; y, entre éstos, los que salen del coche sembrando en derredor miradas hoscas, acaso alguien hubiera sido testigo de su impericia. Cuando he sido cazado por uno de éstos, curiosamente, he sentido un primer impulso de retirarme de la ventana, como si el que tuviera de qué avergonzarse fuera yo. Otras veces, y me remonto a una etapa más macarra, no pude reprimir un aplauso cínico ante el que el impericioso, tras detectar la fuente sonora, se alejaba corrido. Si era una chica joven, lo cual constituye, ignoro por qué atávico motivo, el súmmum de dicho recreo, todavía alguna se atrevió a dispararme un envenenado “gilipollas”. Increíble.

A una de estas vueltas pasó zumbando un pequeño turismo amarillo que lucía en el capó el siguiente rótulo sobreimpresionado en negro: El torero del moroso; y más abajo el inmodesto lema: los maestros del cobro. Además de un teléfono, completaba el conjunto un logotipo–según parece aditamento hoy imprescindible hasta en las más dudosas empresas–, que no podía ser otro que la estampa de un matador en escorzo de acabar de dar un muletazo a una res a la que uno imagina a punto de dar con los cuernos en la arena. Los actuales tiempos de crisis económica han disparado, como es sabido, el índice de morosidad en España, y al arrimo de tal circunstancia han proliferado las empresas de cobro de deudas, poniendo fin al monopolio de la pionera El cobrador del frac. Todos recordaremos haber visto con asombro a un tipo con chistera por la calle, o el coche blanquinegro de su franquicia, coloratura por cierto muy apropiada por ser también la de la urraca, ave conocida por su afición indiscriminada por lo ajeno. Un repaso a los nombres de algunas de estas empresas denota que, por la razón que fuere, no pueden evitar deslizar un toque de humor muy en la línea de nuestra mejor tradición picaresca: La sombra del moroso, El sindicato del cobro, La cruz del moroso, El zorro cobrador, El cobrador de blanco, El buda del moroso, La abadía del cobro, El pregonero del moroso, El cobrador de guante blanco, El monasterio del cobro...

En la página web de una de ellas se puede leer el siguiente texto, inquietantemente ambiguo: “disponemos del mejor equipo humano y los medios materiales para conseguir nuestros objetivos”. Ignoro a qué equipo humano puedan referirse. Uno se figura que una sola persona podría bastarse para regentar uno de esos tinglados, aunando en sí telefonista, detective y ejecutor de la deuda, y publicitándose de paso en sus desplazamientos en coche. Un emprendedor a lo Sam Spade pero en moderno y en cutre, teléfono móvil por pistola y en vez de americana y corbata un traje de luces, por ejemplo.

Respecto a los métodos empleados, si en un primer momento actúan de un modo similar, dirigiéndose telefónicamente a los presuntos morosos conminándoles a saldar sus deudas de un modo más o menos intimidatorio, un segundo paso, sugerido por tales nombres, da pie a una mayor especialización, pero con un punto en común: el paseíllo acosador con estrafalarios disfraces (de monje, de zorro, de torero...), siguiéndolos a todas partes embutidos en tales atuendos y denunciando a voz en grito su supuesta condición deudora. Es la parte folclórica del negocio. No es sin embargo el método más expeditivo: otras prácticas como las comunicaciones postales y telefónicas a empresas, clientes o particulares del entorno laboral y familiar del presunto moroso, e incluso las amenazas físicas, han valido a nueve directivos y empleados de La sombra del moroso, denunciados por la Agencia Española de Protección de Datos y varias asociaciones anticobro, condenas a penas de prisión por extorsión y asociación ilícita.

Seguiremos al tanto de las evoluciones de tan original manera de ganarse la vida.

lunes, 12 de diciembre de 2011

DEL COMER POCO Y MAL

Regresábamos a España después de una reparadora semana en Portugal. A los naturales encantos de aquel país, a la amabilidad de su gente y a su respeto por la tradición, añadiría yo la naturalidad en el acto de alimentarse, el no pretender convertir en arte la primera de nuestras necesidades. Allí uno puede comer por siete u ocho euros un prato do dia que incluye, además de una carne o un pescado con su guarnición de arroz, patatas o ensalada, la bebida y el postre, y a veces el café. Se me dirá que en España también tenemos nuestro menú del día, aunque a un precio algo mayor. La diferencia es que en Portugal la lacra de la nouvelle cuisine aún no se ha propagado allende los cenáculos finos, mientras que aquí siempre existe la amenaza de que el más remoto bar de carretera pretenda pasar por tal. Y ya sabemos que de elegante a hortera hay una raya de lápiz.

Regresábamos a España, decía, y lo avanzado de la hora nos llevó a tomar la salida hacia el primer restaurante que viéramos señalizado. Quiso el azar que diéramos con nuestras tripas en el Asador´s Jose, “la cuna del buen comer en el asador de los sibaritas”, según rezaba uno de los coloridos folletos promocionales que a la entrada del mismo había. Era un lugar incalificable. Al entrar quedamos boquiabiertos ante la pintoresca decoración que embutía cada rincón del inmenso y laberíntico local, en una suerte de horror vacui deudor del barroquizante atrezzo de los restaurantes chinos. Llamaban la atención, desde luego, las reproducciones de cartón piedra, algunas de tamaño natural, de un gorila aquí o una jirafa allá, pero destacaba el gran número de vacas pequeñas pintadas con colores chillones a las que hacía referencia el folleto: en un tamaño de letra mayor que el del propio nombre del restaurante se leía: “A POR EL GUINNESS. Asador´s Jose estará muy pronto en el libro Guinness de los récords no por las más de 200 vaquillas que hay en nuestros comedores, sino por sus más de 350 platos y su innovadora carta.” En la parte de atrás del díptico, que no tenía desperdicio, se leía una especie de poema encabezado por este estremecedor pareado: “Este Asador´s de amor, / este ligero beso de la tierra, que mi boca besa...” Y en las dos páginas interiores, los nombres de los diferentes salones (salón del sibarita, salón del glamour, salón del asadito, salón de la bodeguita y -no podía faltar- sala vip); la sorprendente oferta de carnes exóticas a la brasa (de cocodrilo, canguro, bisonte, camello, avestruz, ñu, caballo, cebra y potro); y las novedades, en las que, entre otras ocurrencias, nos llamó la atención la ensalada de pétalos de flores. Aún había espacio para una frase con ínfulas filosóficas, auténtica y temible declaración de intenciones, atribuida a una tal J.M.B. (imagino que el dueño del tinglado): “Si todos los hombres se alimentan, solamente unos pocos saben comer, y es con la reflexión, con el pensamiento como debemos elegir nuestros platos, y con la imaginación degustarlos”. Con todas estas tonterías nos íbamos poniendo en lo peor y tentándonos la cartera.

Dadas las dificultades planteadas para elegir plato de entre los cientos que había en dicha carta de Guinness, resolvimos pedir tres tablas y dos ensaladas, ante la preocupación patéticamente pintada en la cara de la camarera que nos sirvió, que nos aconsejaba que pidiéramos otra tabla más, pues creía que nos quedábamos “un poquito cortos”, consejo que no seguimos y cosa que no sucedió. Y eso que no contábamos con que la ensalada de gambas y etcétera tuviera el número mínimo de ellas para justificar ese plural, es decir, dos, ni con que el contenido de la otra hubiera cabido en un plato la mitad de grande. El problema, con todo, no era de cantidad. Como quiera que continuamente preguntaba cada empleado que pasaba por allí qué tal iba la cosa, hubo que acabar diciéndoles que la carne no era buena y estaba mal cocinada, ante lo cual lo único que se les ocurrió decirnos era que podían pasarla un poco más. Fue tal vez por ello que, al finalizar, se llegó hasta nuestra mesa un camarero con una botella de champán    -abierta- a la que invitaba la casa, invitación que no venía a cuento y que declinamos, pidiendo la cuenta.

Salimos del local hora y media después de haber entrado (enojoso retraso dado el largo camino que todavía teníamos por delante), habiéndonos gastado cada uno tres veces más que en Oporto el día anterior y execrando la plaga de restauradores modernos y artistizantes que no saben dar al cliente lo que quiere y se desviven por darle lo que no quiere, y que además -y es lo más insufrible- pretenden hacerle sentir tacaño para mayor beneficio.

        Como en esos restaurantes de menú donde, acabado el segundo plato, le preguntan a uno si va a tomar postre. Un día, como quiera que la comida había sido horrenda, contesté -mal hecho-: “Naturalmente que voy a tomar postre, ¿o no lo voy a pagar? Yo donde pago cago”.

 

viernes, 9 de diciembre de 2011

LA HUELLA NOBLE DEL TIEMPO

Dejó escrito Borges en el evocador poema "Montevideo" refiriéndose a la capital uruguaya: “Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente”. Ruando el laberinto de la Alfama, en Lisboa, la decadencia de las calles del barrio medieval de Guarda, apenas soslayada por los azulejos que ennoblecen sus nombres entre los desconchones de los muros, la blanca uniformidad de ese suspiro del mar que es Ericeira, pienso que acaso Portugal es la España que tuvimos, un país que desoyendo los cantos de sirena de la globalización se ha mantenido fiel a su carácter, orgulloso de sí, sabedor de que el turista es un visitante eventual al que no hay por qué contentar a cualquier precio. Un país que no ha traicionado la obra de sus antepasados ni ha sido víctima de alcaldes artistizantes de uno u otro signo que han querido borrar con su huella, insignificante como dañina, la huella noble del tiempo.

martes, 6 de diciembre de 2011

GLÓSÓLI

Después de cinco días con la niebla agarrada al río, por fin el sol ha podido con ella. Por un día la cosa puede tener su gracia y hasta parecernos romántica, pero a partir del segundo... El caso es que primero se adueñó del aire una luz cegadora y empezamos a vislumbrar la otra acera, el final de la calle, la torre de la iglesia, y de repente esos perfiles difusos cobraron relieve y un sol tutelar nos bañó de calor por dentro y por fuera, y los desconocidos que tuvimos tiempo para saber del prodigio nos miramos sonrientes. Por lo demás, todo seguía en su sitio. Al cruzar el puente de hierro he sentido que podría volar. Afortunadamente no lo he intentado, pero he escuchado "Glósóli", sol resplandeciente en islandés, y al final no he podido evitar echar a correr, agradecido, Dios, agradecido. Takk, Sigur Rós. 

Sigur Rós. Glósóli (de Takk, 2005)

domingo, 4 de diciembre de 2011

VIENTO A VIENTO

Finales de noviembre. El otoño comienza a mostrar su cara menos bucólica, la más descarnada, o por mejor decir, la más deshojada. Dos temporales consecutivos tapizaron de oro el parque de San Francisco. Del tronco húmedo de un castaño, que parece la piel mojada de un elefante, brota un verdín decantado que indica el norte. Sus hojas transitan del verde al ocre en una decoloración que ningún pincel podría imitar. De los dos álamos de la plaza de Grano sólo resisten, temblonas, las hojas más altas. Las que arrancó el viento se acurrucan entre los cantos del suelo, envidiosas acaso de las que cayeron a la fuente, que vivirán un poco más a cambio de escucharle al agua su secreto. A los abedules de la plaza de Correos, aún cargados de monedas, no tardarán en ponérsele las ramas moradas, como si el frío les cortase la circulación o el tronco avariento no dejara savia para ellas. Se va entrando la vida, viento a viento, en su cuartel de invierno.

                                Abedul                                               Castaño

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿BUENA SUERTE? ¿MALA SUERTE? ¿QUIÉN SABE?

Cuenta una fábula china que había un viejo labrador que tenía un caballo. Un día el caballo huyó hacia las montañas. Cuando los vecinos del labrador llegaron a su casa para lamentar su desgracia, él replicó: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? A los pocos días el animal regresó, trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Éste les respondió: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe? Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se partió una pierna. Todos consideraron esto una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Una semana después, el ejército entró en el pueblo y reclutó a todos los varones en condiciones de ir a la guerra. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, le dejaron con su padre. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

miércoles, 30 de noviembre de 2011

SEGUIMOS EN QUÉ PLAN

   TANKA  
                          
                            A Francisco Javier León
                                                                          de la Riva (España)

 ¿El picapinos?
¿La urraca y su carraca?
¿El chotacabras?
No. Estrés municipal,
febril taladradora.

domingo, 27 de noviembre de 2011

SOÑAR TRANQUILO

El principio de El escritor, de Azorín, abre una generosa ventana a los albores del proceso creativo de su autor. Mediado el volumen, el protagonista, Antonio Quiroga, en cuya persona alienta el autor mismo, narra su llegada a León. Se hospeda en el Hostal Robledo. ¿Existiría realmente el Hostal Robledo? De haber existido, ¿quién podría hoy saber dónde caía? En el relato de uno de sus paseos habla de unos álamos, a los que muy justamente llama tembladores, y, en la misma página, de sus pláticas con “un fragüero, un ebanista, un botero, varias zabarceras del mercado y diversos pelantrines de la contorna”. “Todos parlan propia y exactamente”, añade, y califica su estancia como cura de castellano. Los álamos y el mercado. ¿Se referiría a la plaza del grano?

Tantas veces le llevaron los pasos de uno hacia esa plaza que no podría ya pasar sin esa vieja costumbre. Allí como que enlentece la vida su curso y entra uno en comunión con un pasado cuyo aliento siente más cercano. Apoyado entonces en uno de los soportales de negrillo, o sentado sobre el pretil de la fuente, o a los pies de la cruz de la virgen, antiguo cadalso, encuentra un ámbito fecundo para sus ensoñaciones. Siempre hay algún peregrino que anota la jornada en su diario o algún anciano que cruza ligero como una sombra, sin levantar la vista.

Leo en la prensa que el ayuntamiento ha aprobado la remodelación de la plaza con el pretexto de mejorar la movilidad. Ya el anterior alcalde amenazó con hacerlo. Entonces se llegó a insinuar la necesidad de sustituir el suelo de cantos de río, de origen medieval, por adoquín actual. No hubo tiempo para perpetrar el crimen. Entre los planes de la corporación entrante figura el de instalar un velador de invierno y pasarelas de loseta que supondrían la eliminación de parte del empedrado original. A uno le parece que la movilidad, si se quiere evitar los cantos, es perfectamente factible transitando por los lados de la plaza, donde hay acera, y en el peor de los casos rodeándola por las calles adyacentes. La plaza no necesita una remodelación, sino una conservación regular y razonable por parte de todos, políticos y ciudadanos. Los primeros no han mostrado ningún interés en frenar su deterioro (hace treinta años que no se la toca). Al contrario, se instalan en ella carpas durante las fiestas de la ciudad o de la Aparición de la Virgen, o se derriban casas como la única que aún descansaba sobre soportales de negrillo. Ya se dejó caer literalmente, hace poco, el interior del Palacio de Don Gutierre. Y respecto a los ciudadanos... Ah, los ciudadanos. Los sillares y hasta los angelotes de la fuente, de 1789, han sufrido pintadas que en años nadie se ha encargado de limpiar. Algunos jóvenes encuentran divertimento en arrancar cantos del suelo y arrojarlos al agua. ¿Cuántas veces, en el tempranero paseo del sábado, no la vimos arrasada por los restos del botellón, las bolsas destripadas, las botellas flotando en el agua de la fuente o echas añicos entre los cantos, los bancos pegajosos de alcohol? ¿Qué pensarán de nosotros los peregrinos que hacen noche en la hospedería de la plaza al salir al alba y ver así desolado el acogedor rincón del mundo donde la tarde anterior se abandonaron a recuerdos y sueños, en un próspero diálogo con los siglos?

       Pienso en Azorín, en Unamuno, en Machado, en el Padre Isla. Los imagino en esta plaza viendo pasar la vida, hablando con unos y otros, mezclados entre el lenguaz trajín, entre las bestias. Uno sólo quiere que le dejen seguir comunicándose a su manera con ellos y consigo, que le dejen soñar tranquilo.



viernes, 25 de noviembre de 2011

LA BUROGRACIA QUE LE VA A HACER ESTO A ALGUNOS

La burocracia, en manos de advenedizos, es bomba de racimo contra el lenguaje. Cito un párrafo del Proyecto Educativo de Centro elaborado por nuestro equipo directivo:

Las estadísticas sobre el alumnado que ingresa en los estudios profesionales indican que el número es mayor que en otros conservatorios de la Comunidad, aunque hay que tener en cuenta que el alumnado que ahora está finalizando sus estudios profesionales, procede de la Administración anterior, en la que el número de alumnado de nivel profesional estaba altamente sobrecargado.

Reconozco que me faltó valor en el último claustro para, ante ochenta compañeros, proponer la siguiente redacción alternativa de dicho párrafo:

En nuestro conservatorio cursan enseñanzas profesionales más alumnos que en cualquier otro de Castilla y León, circunstancia heredada de la administración anterior.

A no ser que se quisiera expresar otra cosa, por ejemplo que el sufrido alumnado, altamente sobrecargado de nivel profesional, tiene chepa.

SOLO NO ES SOLO

“Comunicados permanentemente, ¿cuándo diablos pensaremos?”, se pregunta Andrés Neuman en El equilibrista, colección de aforismos memorables.

Le parece a uno importante no dejar de buscar esos momentos de soledad en que se convierte conscientemente en compañía de sí, en los que cuaja la reflexión –a veces vaga, a veces definida– que propicia tantas veces nuestras decisiones más importantes. Uno de esos momentos, irrenunciable para mí, es el del paseo a casa desde el trabajo, casi siempre de noche. Cuando hay buena luna, o el cielo, encapotado, refleja la luz de la ciudad, dejo el iluminado camino de tierra y atravieso uno de esos pocos solares sin ajardinar, inicialmente destinado a edificación. Si hay cielo raso, al amparo de la oscuridad se puede observar mejor la bóveda. Entonces me detengo y me hago la ilusión de que estoy en Vegabaño, y siento esa congoja que nos sobrevenía a mí y a mis hermanos recién apagada la hoguera, o pienso que vago por un prado lavado por el mar cerca de Cue. Hasta puedo escuchar la respiración del oleaje en el tráfico de la ronda. Alguna vez me sobresalta el sobresalto de un conejo, o me paro a orinar junto a un corro de lepiotas que han decidido levantar ahí mismo, sin licencia municipal, su propia urbanización.

Pienso entonces que ese calor regalado merecería ser correspondido. Acaso –ojalá– un poema, cuyo fin y principio podría ser este verso que, desde hace tantos años, aguarda como una novia las medidas palabras que den sentido cumplido a su existencia: “Mientras pise la hierba estaré bien.”

miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL RIZO DE MOZART

Revisando una libreta antigua encontré esta nota sobre un concierto. Valga para inaugurar la sección "Archivo".

Concierto con motivo del CCL aniversario del nacimiento de Mozart. De primer plato nos sirvieron su concierto en Re M para flauta y orquesta (originalmente para oboe), dirigido por el propio solista, Patrick Gallois, que ofreció una versión sobreadornada amén de una sonrojante sobreactuación en sus movimientos y en la dirección de una orquesta con la que porfiaba sin ocultar su insatisfacción, y a la que llevaba con la lengua fuera, a buen seguro con la intención de dar sensación de superioridad técnica (por lo visto la música era lo de menos). Malo cuando se intenta rizar el rizo de Mozart, que no tenía tal.

El segundo plato fue servido por un clarinetista que no quiso ser menos, cuyo histrionismo trajo a la memoria del respetable a cierto humorista español célebre por las contorsiones que sufría su cuerpo mientras contaba sus chistes. En el colmo del proselitismo se permitió tocar el cumpleaños feliz en la cadencia del sublime segundo movimiento del concierto mozartiano para este instrumento.

Hubimos aún de tomar el postre, dispensado por un pianista (según su currículum un artista esquivo) que por dar la nota rompió la unidad temática del concierto y se despachó con no sé qué pieza de Scriabin, donde lo de menos por lo visto era la melodía, pues de cada escala sólo se escuchaban con claridad la primera y la última nota. De pronto terminó y tras rascarse la barba rastrojera saludó displicente mientras comenzaba a hacer mutis. Ah, los artistas.

El empacho de desorden e injustificados egos, o justificados precisamente por la falta de meollo, me hacen recelar de este tipo de eventos en los que la excusa de la efeméride encubre a duras penas la sensación de bolo total. Aun así, el público parecía salir encantado. Viva todo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

AÚN VERDES

Regresaba a casa pagado, con el íntimo botín de un delicioso momento en la plaza del grano por la tarde, cuando en el parque de San Francisco topé con una paloma muerta. Demudado, vi venir hacia mí a dos mujeres y una niña con la gracia natural de quien aún hace garabato de su cuerpo. La veía con pánico acercarse saltando al bulto negro. Pero pasó de largo y sus ojos siguieron siendo verdes –¿por cuánto tiempo?–

HOMBRES, NOMBRES


Leo en el primer número de la revista Isla de Siltolá este pasaje de José María Cumbreño titulado "Nudos": “Los egipcios representaban la palabra hombre con un dibujo en el que se veía una cuerda llena de nudos. Debe de ser ésa la razón por la que hay nudos que se aflojan casi solos. Y nudos que sólo se deshacen si se cortan.” A la mañana siguiente, por deserción de una pestaña creativa e inconstante, a la h de hombre se le ha caído el asta, convirtiéndose el hombre en nombre. Para mí el texto ha perdido buena parte de su interés. Vaya en el debe no de José María Cumbreño, naturalmente, sino de los egipcios y de la volatilidad de las pestañas.

viernes, 18 de noviembre de 2011

MEJOR ES PEOR

 En tiempo de elecciones siempre se escucha alguna voz lamentándose de que valga lo mismo el voto del anciano analfabeto o el ama de casa que el del ingeniero o el intelectual. Nadie -nos recuerda Mairena- es más que nadie, pero sí puede ser menos: creerse mejor es empezar a ser peor.

jueves, 17 de noviembre de 2011

OTRO MEJOR

La insatisfacción (casi siempre) con lo escrito. Sin ir más lejos, con el texto de la entrada de ayer (Realidad invertida). ¿Cómo habría plasmado esa misma idea X? No basta con la idea. Siendo ésta el germen, no es ni la mitad. Consuela, en parte, uno de los Escolios de Gómez Dávila: “La originalidad de una obra depende a veces de lo que su autor no sabe hacer. Hay una impotencia creadora.” Consuela pero no mitiga la sensación acerba (casi siempre) de que otro lo habría escrito mejor, de haber dilapidado una buena idea, de haber robado.

martes, 15 de noviembre de 2011

REALIDAD INVERTIDA


          Como el vaso de agua benéfico, aliviador pecho adentro, que no advertimos necesitar hasta después de haberlo bebido, así estas primeras lluvias del otoño que nos regalan, entre otras cosas íntimas y puras, un caprichoso microcosmos de gotas prendidas en el cristal, cristales a su vez que, como espejos de feria, nos permiten ver el mundo del revés. ¿O es así realmente, y nosotros los que vivimos revirados, cabeza abajo?
 









OÍDO OBSOLETO

Salgo del conservatorio con la cabeza como un bombo. Cuesta creer, visto lo poco que practican los alumnos, que sea ésta una enseñanza voluntaria. Vienen a clase con las manos vacías, perdida la semana. Les falta decir: Aquí estoy, enséñame.

¿Pero estás seguro de que te gusta la flauta? –pregunto a veces a alguno.
Sí –contesta. Como el alumno vago se vuelve temeroso y hay que sacarle las palabras con gancho, insisto:
–Y sin embargo ¿no te gusta estudiar la flauta? -Silencio.

Al salir, escuchamos las cornetas que ensayan junto al campo de fútbol la música que acompañará a los pasos de la Semana Santa. Un compañero se mofa a costa de su desafinación y su “oído obsoleto”. A mí me parece admirable que, a cinco meses para la Pascua, queden a las nueve de la noche llueva o truene, sin faltar un día, para practicar sus tres melodías. Si tuvieran nuestros alumnos la mitad de su entusiasmo y su fuerza de voluntad, otro gallo nos cantaría.

jueves, 10 de noviembre de 2011

EL DEBATE


       

         Así, a secas, El Debate, anunciaban a bombo y platillo algunas de las numerosas cadenas de televisión que lo iban a retransmitir el decisivo cara a cara que, a dos semanas de las elecciones, daría aire a los llamados socialistas o terminaría de lanzar a los llamados populares hacia la Moncloa. Desde por la mañana -en algunas cadenas desde el día anterior- aparecía en una esquina de la pantalla un reloj con la cuenta atrás para el comienzo del duelo dialéctico.

Durante esas horas previas las especulaciones acerca del color del traje, la corbata o la camisa de los candidatos parecían lo más importante. Causa tristeza pensar que haya ciudadanos cuyo voto pueda decantarse por uno u otro en función de la caída de su chaqueta o la audacia de su corbata, y que nuestras vidas vayan a depender en parte de tan volanderas decisiones como son las de los indecisos. No parece que vaya a ser el caso esta vez. Uno, más o menos ingenuo, a pesar de haber decidido no ver el debate debido al desprecio a la democracia que supone reducir a dos los participantes, no acertó a evitar, llegada la hora, arrellanarse muellemente en el sofá con la esperanza de conocer sus propuestas e ideas en tal o cual asunto de los planteados, a lo largo de varios bloques pactados previamente por los dos partidos, por el constreñido presentador. Pues ni propuestas ni ideas ni chicha ni limoná. Uno evitando hablar de lo que hizo y el otro evitando hablar de lo que hará, y cada cual preguntando al otro sobre lo que no quería hablar. Como una tonta partida irresoluble al tres en raya. Hubo, eso sí, una llamativa excepción: los casos de corrupción. A cada minuto que pasaba iba uno confirmando sus sospechas sobre el tácito y vergonzante acuerdo al que habrían llegado de no tirarse los trajes ni las gasolineras a la cabeza, para alegría de honorables y corrutos.

En la prensa del día siguiente llama a uno la atención las escasas referencias al bajísimo nivel del debate y a la riña de patio de luces en que lo convirtieron por momentos, dilapidando su tiempo y el de los millones de espectadores que lo siguieron. Cada periódico busca, naturalmente, la aquiescencia de su clientela: para el diario Público “Rubalcaba descoloca a Rajoy”; en las antípodas de esta apreciación, La Razón va un paso más allá y titula: “Rajoy presidente.” Sí hay, en cambio, algo en lo que todos los medios coinciden, no en el fondo sino en la forma: lo importante, más allá de ideas o propuestas, es quién ganó el debate. Aburrido ante tan previsible y manida discusión, avanzo hasta las desopilantes páginas en las que analistas, asesores de imagen, psicólogos, estilistas y un pintoresco etcétera de expertos desgranan las claves del mismo.

C. M. y A. G. ponen de manifiesto que tanto Rubalcaba (en adelante Ru) como Rajoy (en adelante Ra), en la elección de sus corbatas, “han apostado por el azul marino, que transmite seriedad”. Apuntan asimismo que “ninguno cambió de corbata al ver la del oponente”. Por su parte, la diseñadora A. L. asevera, bajo el titular “La clave, en los cuellos de las camisas” que “siendo estos antagónicos son un reflejo de su idea de concebir la política: el de Ru era italiano: picos abiertos y solapa separada y corta; el de Ra un cuello francés que proviene del clásico inglés cerrado pero con la pala más abierta”. Por más que paseara uno la mirada por ambos cuellos, sólo habría advertido su antagonismo en las viñetas de las siete diferencias de la página de pasatiempos, y desde luego jamás habría llegado a imaginar que el cuello de la camisa pudiera ser un reflejo de la idea de concebir la política de nadie. En fin, cosas veredes. V. S. de A., psicóloga y experta en lenguaje no verbal, destaca de Ra que “especialmente trabajada estuvo su sonrisa”, y de Ru que “en la parte económica de su discurso ha extendido en demasía los brazos, lo que transmite agresividad”, si bien fue algo que “controló después del intermedio, cuando unió más las manos en el campo que domina: el social”. Esto en sólo dos periódicos. Si siguiéramos escarbando en otros medios -empeño sin duda divertido pero para el que no tenemos tiempo- concluiríamos que el cuento de las chorradas a cuenta de la imagen no tiene cuento.

Las páginas siguientes dan cuenta de las reacciones de PP y PSOE al resultado del debate, aún más previsibles: los dos ganaron. No insisto. De haberlo visto, a Javier Clemente le habrá encantado El Debate: empate a cero.

martes, 8 de noviembre de 2011

LA DENSIDAD DEL CULO

“La densidad del culo llega a hartar”. No se podía imaginar el bueno de Pla cuánto más lejos se podía llegar aún en el encumbramiento a categoría estética de dicha parte de la anatomía humana, sobre todo por parte de las féminas, hasta llegar a estos tiempos en que su abrumadora e invasora presencia es inversamente proporcional a la cantidad de tela utilizada para cubrirla, de modo que si antes había que apartar las bragas para ver el culo, hoy hay que apartar el culo para ver las bragas. Grotesco.

domingo, 6 de noviembre de 2011

MIDNIGHT IN PARIS


Fui a ver Midnight in Paris animado por las reseñas de dos críticos fiables (fiables para el gusto de uno, se entiende) que aseveraban que su director, en esta su cuadragésima película, había recuperado la forma perdida tras Match Point o incluso antes. Lo que lastraba alguno de sus últimos patinazos era, para uno, el patético intento de que otro actor hiciera el papel de Allen. Imposible. Pero no es esa fallida encarnación, más bien suplantación, lo que echa abajo Midnight in Paris. En realidad no se viene abajo; al contrario, se va levantando de un principio una vez más decepcionante, y aún sonrojante. ¿Cómo lo diría? ¿Es necesario, es creíble, que los protagonistas de todas las películas de Woody Allen titubeen al inicio de cada frase (“Po po po po podríamos irnos”)? Me queda la duda de si ello ha de ir en el debe del director o de los dobladores. Pero eso, que no pasa de anécdota, no es lo peor. Lo peor es, una vez más, la colección de tópicos que tenemos que oir sobre la ciudad de la luz, la pintura, la literatura o el vino, expresión de un petulante barniz cultural personalizado sobre todo en el personaje de Paul Bates. ¿No se da cuenta Mr. Allen de lo vergonzante de algunas frases y escenas? Si no se da cuenta, malo; si se da cuenta, peor, pues ¿pretende que nos riamos con caricatura tan poco sutil, con patochadas como “Este vino tiene una pizca más de taninos que el del 59. Prefiero una nota ahumada a afrutada”?

       Sin embargo, poco a poco, sucede el milagro. A medida que el ingenioso guión va restando minutaje a los personajes contemporáneos del protagonista, la película logra lo que parecía imposible, y, paradójicamente, va cobrando verosimilitud a medida que se adentra en la ficción y nos introduce en la bohemia del París de los años 20 primero y de la Belle Époque después, en una suerte de viaje en el tiempo cuyo desencadenante no nos es dado conocer (genial la ocurrencia de hacer aparecer al despistado detective en el Versalles de Luis XVI). Estos sucesivos laberintos nos conducen, al cabo, al manriqueño lugar común, este sí universal, de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

        En suma, una buena idea y una película si no mala sí irregular, pero con la que Woody Allen logra lo que ya no esperábamos de él, regalarnos unos instantes de magia que compartimos con entusiasmo al salir del cine, y que nos acompañan de regreso a casa como el polvo de la mariposa que tuvimos un instante entre los dedos antes de soltarla.

sábado, 5 de noviembre de 2011

MUJERES EN EL TREN

Son tres. Son jóvenes. Esperan de pie ante la puerta los últimos kilómetros antes de su parada. Visten jerséis de punto y abrigos gruesos para hacer frente al primer frío del otoño. De vez en cuando acechan su reflejo en el cristal. Se miran entre sí sólo de soslayo. El resto del tiempo clavan la vista en el suelo o la elevan hacia el techo, evitando esa franja en que pudiera cruzarse con otra mirada, ese sobresalto.
                      
Son las diez de la noche del viernes. Vuelven a casa para pasar el fin de semana. Tendrá cada cual su historia ordinaria y única, los brazos que la ciñan, necesarios, el cuarto de sus juegos infantiles, cada vez más pequeño, la hermana confidente, el padre, su costumbre.

        Desde mi asiento sólo puedo ver el rostro de una de ellas, de una seriedad un tanto impostada, en el ceño una arruguita de voluntad. Su aspecto denota la suficiente atención por la imagen como para no conformarse con el propio agrado, y sin embargo fuerza un mohín de fastidio cuando me descubre observándola. Las otras dos tienen largo el cabello. Una mujer de espaldas emociona. Transido de ternura, uno aventura en ella una esencia misteriosa y atávica, común a todas y presente ya en la niña, y funde todo ello en una idealización que casi siempre, al girarse, el rostro traiciona.

El tren comienza a frenar. La más cercana a mí ladea la cabeza y recoge un mechón rubio sobre una oreja. Cuánto peso en ese mínimo gesto. Acaso ella también hubiera podido ser la que también te escoge. Justo antes de bajar se vuelve y me mira unos segundos que valen por mil lo que tantas horas ciegas: los del vértigo, la gratitud, y, allá al fondo, una inevitable, injusta desazón por tantas puertas que no abrió mi mano, por tantos otros mundos que mi mundo negó.

viernes, 4 de noviembre de 2011

CUIDAD VUESTRA CABEZA




      Compré esta cajita de juanolas en una farmacia de León. Me llamó la atención la sobriedad de la estampa y, sobre todo, la elegancia de ese la elegantiza, verbo este -elegantizar- condenado a desaparecer, como tantas otras voces, del diccionario, ese resentido sicario que las mata callando.

lunes, 31 de octubre de 2011

domingo, 30 de octubre de 2011

DE MIRLOS Y PLAGIOS

 Releo a Gil-Albert. El primer verso del poema titulado “A un pájaro” me llena de estupor e incredulidad: o he sido plagiado treinta años antes de haber dado vida y alas a mi “Mirlo en el jardín” o, más bien, el plagiario soy yo.

Duelo de pájaros es este, si bien el mío, con “Esas dos notas leves / (…) / esas dos gotas mínimas”, su “pico melado” y su “ya te vas por las ramas” final, parece que podría haber empollinado en el nido del gil-albertino (cuya especie no se especifica, aunque todo parece indicar que también se trata de un mirlo), del que habría aprendido a decir “esas tres notas líquidas / (…) esas tres notas vacilantes”, con su “pico de oro” y su “entre tanto cambias de ramaje.”

Ante tantas coincidencias quedo absorto, como en mi poema los que, tras escuchar al mirlo, “así quedamos, pensativos.” Lo peor es que el paralelismo en algunos versos no hacen sino más sospechosas las tenues diferencias. Pues ¿no se queda igualmente “pensando largo tiempo” el oyente del pájaro de Gil-Albert?

Ya me veo balbuciendo confusas explicaciones ante el editor, defendiendo una inocencia increíble y clamando por la no supresión del poema a la manera de ET en ET: mi mirlo, mi mirlo… No hay plagio, le diría, sino, en el peor de los casos, contagio propiciado por una memoria de pez. ¿En el peor de los casos? ¿Es malo, o siquiera evitable, que las lecturas que nos han ganado emocional, literariamente (es lo mismo), tengan reflejo en nuestra obra? Hablemos entonces de impregnación, de absorción inconsciente o, si no hay más remedio, de intertextualidad, pero nunca de plagio. ¿Diríamos de un mirlo que plagia a otro por cantar parecido?

Plagio no, porque mi pájaro es otro que el de Gil-Albert, pues a diferencia de aquel bebió del manantial del sueño, subió luego al obrador del cielo, donde escuchó sonidos dolientes del crepúsculo, y más tarde supo destilarlos en la garganta para sí y para nadie y para todos... Yo pensé en él y lo saqué adelante en una noche como esta, y le di un corazón y un alma a la medida de la mía, y alas para que pudiera escapar de la jaula del folio. Decía Juan Ramón Jiménez que un poeta no continúa a otro, sino que recrea, revive, aísla y cierra en sí mismo toda la poesía, y, en el mismo sentido, formulaba Borges la paradoja de que todo escritor crea a sus precursores. Pues ¿qué mirlo detrás del mirlo la trama empieza?


    MIRLO EN EL JARDÍN

            Esas dos notas leves
            en la ensordecedora sinfonía del orbe,
            esas dos gotas mínimas
            en el caudal innúmero del tiempo,

            del manantial del sueño las robaste,
            y pulcro y entregado, en tu jornada humilde
            con el pico melado las alzaste
            al obrador del cielo.
                                           Si allá arriba
            esquilas escuchaste, o un murmullo de hojas,
            o sonidos dolientes del crepúsculo,
            supiste destilarlos
            con hondo sentimiento en la garganta
            para ti y para nadie y para todos.

            Ya te vas por las ramas y nos dejas
            a los que así quedamos, pensativos,
                                            la nostalgia, recuerdo de no se sabe qué.
                                                           
                                                                                    (De Quietud)
                                                                           Valladolid, 18/11/2008