A pesar de mis
frustrantes lagunas en Historia, de haber olvidado tantas veces como
memoricé el árbol genealógico de los Austrias y los Borbones, de
mi ignorancia enciclopédica en materia económica, aun en estos
tiempos en que los telediarios abren con el íbex y la prima de
riesgo (¿y quién es Riesgo?), ningún conocimiento me podría haber
dado hoy mayor satisfacción que haber averiguado que el pájaro que
vi tantas veces en los álamos junto a la antigua granja escuela es
el pito real, y que el canto que aceché tantos amaneceres en la
fosca maleza a los pies del psiquiátrico es, como sospechaba, el
del ruiseñor.
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