sábado, 30 de julio de 2016

miércoles, 27 de julio de 2016

TRADUTTORE...

Mira que hemos criticado aquí las lecturas “ligeras” para el verano, pero a lo que se ve el pienso soltado últimamente en este comedero es, light no, lo siguiente: chascarrillos y poemas breves de regional preferente. Seguiríamos así, ensayando, por ejemplo, unos ripios con los que quejarnos (la queja trae descrédito, pero da gustito) de la pila de libros que trajimos para nada al retiro asturiano. “Otra vez otra pila de libros para nada”, empezaría en perezoso alejandrino. Pero no, no es la pereza lo que retira mi mano del lomo de uno de esos libros cada vez que voy a tirar de él: un infantil gañido que pone fin a una tan corta siesta, o la insoportable sensación de que voy a molestar si doy una luz en el cubículo que compartimos los cuatro, o…

En la poca bola que puedo rascar, me entretengo traduciendo poemas de una antología en portugués. Es un adictivo ejercicio de flexibilidad, pero sólo lo permiten aquéllos pocos que, como decía Bonnefoy, sentimos como nuestros. No sé si es por ignorar esa premisa que la mayoría de los poemas traducidos que leemos nos dejan fríos, acaso por pegarse demasiado al original, por un exceso de literalidad.
Un intérprete no puede tocar bien (entendiendo que esto excede el plano meramente técnico) una música que no le gusta de verdad. Y la que sí, la tocará bien en cuanto le vea la hechura, el juego, las imperfecciones, lo que de humano tiene. Cuántas impecables ejecuciones de Bach, por ejemplo, truncadas por un respeto mal entendido...
Lo que sigue es un poema de Eugénio de Andrade. Yo no sé si la traducción es ortodoxa, o si le vendría mejor los nombres de versión o recreación. Intuyo que un poco de infidelidad a la palabra o hasta el verso puede hacer más armoniosa la convivencia entre los dos poemas, el original y el traducido, porque si lo traducido ya no es poema igual sería traducir el Boletín Oficial de Vizcaya.

POEMA A MADRE

En lo más hondo, madre,
sé que te he traicionado.

Todo porque no soy
ya el niño adormecido
al fondo de tus ojos.

Todo porque no sabes que hubo camas
enemigas del frío
y noches rumorosas de matinales aguas.

Por eso, madre, a veces las palabras
que te digo son duras,
e infeliz nuestro amor.

Todo porque perdí las rosas blancas
contra el pecho apretadas del retrato.

Si supieras cómo amo aún las rosas
quizá no llenarías de pesares
tus horas. Pero has olvidado tanto…

Que mis piernas crecieron, olvidaste,
y todo el cuerpo, y hasta el corazón
se hizo tan grande, madre…


POEMA À MAE


No mais fundo de ti,
eu sei que traí, mae.

Tudo porque já nao sou
o menino adormecido
no fundo dos teus olhos.

Tudo porque tu ignoras
que há leitos onde o frio nao se demora
e noites rumorosas de águas matinais.

Por isso, às vezes, as palavras que te digo
sao duras, mae,
e o nosso amor é infeliz.

Tudo porque perdi as rosas brancas
que apretava junto ao coraçao
no retrato da moldura.

Se soubesses como ainda amo as rosas,
talvez nao enchesses as horas de pesadelos.

Mas tu esqueceste muita coisa;
esqueceste que as minhas pernas cresceram,
que todo o meu corpo cresceu,
e até o meu coraçao
ficou enorme, mae!

 [Lamentablemente, no he encontrado la manera de insertar la virgulilla de mae, nao, etc.] 

lunes, 25 de julio de 2016

domingo, 24 de julio de 2016

EL SIGNO DE LOS TIEMPOS

Otro que me pregunta si no veo Juego de tronos (y van...) Pero al fin he encontrado la respuesta: "Para Juego de tronos estoy yo... ¡para juego de tronas!"


sábado, 23 de julio de 2016

MAL POR BIEN


¿CÓMO DECIRLO?

 Cada vez que despierto
 y entro y salgo y me veo
 por dentro desde fuera, o algo así,
 siento una pena inmensa por nosotros.
                                                 
Jon Hopkins: "Searchlight", de Contact Note (2004)

viernes, 22 de julio de 2016

jueves, 21 de julio de 2016

miércoles, 20 de julio de 2016

HAIKU Y TANKA SOBRE LO MISMO


El genuino
árbol de Navidad
es la araucaria.

*   *   *

Nadie lo sabe
porque se mira poco.
Es la araucaria
el autosuficiente
árbol de Navidad.


 

lunes, 4 de julio de 2016

SOBRE CASI NADA



La casa respiraba aliviada con baile de visillos. Había que aprovechar e hicimos corriente. Treinta litros en media hora. Malo. Y con piedra en seco. Peor. Sara quería bajar a echar un ojo a las niñas. Yo la retenía. Apoyó la cabeza en mi brazo. Se le iban cerrando los ojos. Todavía dijo:
–Me recuerda una de esas tardes tontas del camping.
–Y qué buenas son.
Volvió a cerrar los ojos. Sonó un trueno postrero y me apretó el brazo sin despertarse. Llovía mansamente, como quien se resiste a marcharse, ya de estar… Con la tormenta, hasta los más recalcitrantes darían por terminadas las fiestas, para mí más descafeinadas que nunca. Ni siquiera cayó esta vez el jamón del mus, pero fue un placer no tener que urdir excusas para librar la velada de la noche. El gallo en casa canta a las siete, sin perdón.
Hablo como si fuera a ocurrir algo: la casa respiraba, Sara quería bajar, yo la retenía. Y la maravilla es que no ocurría nada. Qué lujo, el aburrimiento. Ya decía Pla que era la máxima felicidad a que podemos aspirar, porque la otra, la que podríamos llamar felicidad activa, no puede ser más que inconsciente. Tomé de la mesita el último libro de poemas de Vicente Gallego. Bien, pero. Quizá de haber hecho un solo libro con los mejores poemas de éste y el anterior Ser el canto, el resultado habría sido mejor. Claro que tal vez habrían quedado fuera algunos de los que a mí me gustan, así que mejor así. Recuerdo que entonces se le achacó al autor cierta precipitación, mezclar el oro y la ganga, etc. Es, bien mirado, un halago. Esos mismos poemas, esos libros, firmados por un autor novel, habrían sido tenidos en más. Claro que no sé si habrían ganado el premio X y el premio Y. Son los riesgos del estado de gracia de un autor a quien no parece preocupar ya escribir poemas, ni darles una factura impecable, porque ha encontrado, en lo más a mano, la poesía; de un autor que como por juego decide en un momento dado dar a su poesía forma de prosa, en otro de poema breve, o en el caso de este Saber de grillos de Cantos cercanos a la oda.
Pero todo esto da igual, de lo que se trata es, volviendo a Pla, de que podamos todos otra vez aburrirnos como nos merecemos, de saber quién cederá a quién, si nuestro derecho al tedio cederá a la pretensión de los demás a divertirse y a divertirnos, o si sucederá lo contrario. Como el calor atonta, la lluvia piensa.

 

sábado, 2 de julio de 2016

VACACIONES

¿Qué le pedimos a la música? Mayormente, que nos emocione y que nos divierta. Hablando de esto con un amigo, saliendo de un concierto de un grupo más que ruidoso, añadió un tercer alcance, que nos haga reflexionar sobre la propia música. Parecido a lo que le pedimos a la poesía: que nos emocione, por supuesto; que nos divierta, por qué no (y pocos son los que consiguen ambas cosas (pienso ahora en Juaristi)); que nos haga reflexionar sobre la poesía.

La canción de este sábado es pura diversión, una alegría salvaje que se aviene con mis recién estrenadas vacaciones. Y también una muestra de que la música folclórica puede ser atemporal. Qué lejos, qué por encima este clásico del bluegrass, con el virtuosismo divertido del banjo y las armonías vocales tan sencillas como efectivas, del folk que se ha venido facturando por estos pagos en los últimos años, tan subvencionado y machacón, tan limitado.

Kentucky Mountain Boys: "Katie Cline" (1963) 

miércoles, 22 de junio de 2016

ME HAN LEÍDO EL SUEÑO

“Estamos en un momento de la historia en el que el poeta más actual tal vez sea el más clásico, es decir, el mejor informado, el más responsable.”

Juan Carlos Reche, en el nº 3 de la revista Años diez.

miércoles, 15 de junio de 2016

jueves, 9 de junio de 2016

CON PIEL DE CORDERO

Al político que dice "y habremos cometido errores, seguro" habría que pedirle ipso facto que dijera uno. El descoloque sería total y entenderíamos enseguida que ese arrebato de humildad no era sino otro ramalazo de soberbia.

lunes, 30 de mayo de 2016

JARDÍN DE LA POESÍA FEMENINA

Una poeta a la que no he leído, Elisa Martín Ortega, recitaba poemas de su último libro, titulado Alumbramiento. Está dividido en tres partes. La primera contiene poemas amorosos que culminan en la concepción, la segunda se centra en el embarazo y la tercera en los dos primeros años de vida del hijo de la autora. La lectura fue grata. La poeta, sin incurrir en spoilers, ponía en situación a los oyentes para que pudieran comprender cada poema casi como si lo tuviese delante, pero lo hacía sin prolijidad, lo cual es de agradecer (en cuántas lecturas entre presentaciones, explicaciones previas y posteriores, balbuceos y barajeo de papeles no se han llegado a oír diez poemas). Es mérito de este libro que no cargue las tintas de la emoción cuando ya la tiene el tema que aborda. Hay muchos versos felices y algún buen poema, pero en conjunto tal vez les falte alcance, a veces hasta intención. Al cabo de un tiempo percibí que había algo que me molestaba, y creo que era un tácito menoscabo de la figura paterna (figura que desaparece llamativamente en las secciones segunda y tercera del libro), ninguneo que en algún momento muchos padres habrán sentido. Que la naturaleza haya negado al hombre la facultad de gestar o amamantar no convierte la paternidad, a mi modo de ver, en subsidiaria, y superadas estas etapas la importancia de ambos progenitores no tiene por qué ser distinta. Su papel tal vez sí, pero no su importancia. Eso era, sí, lo que me escarabajeaba, pero a parte de mis reparos lo que contaban los poemas era tan de verdad –la vida misma– que fueron ganando al auditorio. 


Acabada la lectura, invitado éste a preguntar o comentar, una mujer felicitó a la autora porque, decía, no hay libros de poesía que aborden íntegramente la maternidad –haberlos haylos–, y agradeció su valentía. Fue entonces, y se veía venir, cuando tuvo que salir la palabra reivindicación. Hubo cabeceos cuando otra mujer vino a proclamar que por qué la poesía no iba a hablar, por ejemplo, de la menstruación, y aludió a la Peri Rossi y otro par de horribles pseudopoetas por las que entiende uno que se creara la despectiva voz poetisas. Ya no pude callarme y tomé la palabra con la sana intención de aguar aquella incipiente fiesta. La mejor reivindicación que se puede hacer de cualquier cosa, dije, es tratarla con rigor y naturalidad, sin que haya nada de valiente (y sí mucho de estúpido) en forzar la nota para intentar epatar. Y llegó el momento de gastar el triunfo que tenía en la mano. Precisamente una poeta de verdad escribió un libro sobre la maternidad, su propia maternidad proyectada en la de la Virgen: los Trances de Nuestra Señora, de María Victoria Atencia. Ella no necesitaba anteponer su condición de mujer para serlo plenamente, pues entendía que antes que mujer se es persona. Añadí que ese era el problema de la mayoría de la poesía escrita por mujeres, que convierten el punto de partida en punto de llegada, y que por eso las poetas españolas que admiro son las que escriben poemas que en lo esencial no se diferencian de los que escriben los hombres, contándose éstas con los dedos de una mano: la propia Atencia, Rosalía de Castro, Amalia Bautista, Susana Benet y Aurora Luque, y a veces (con los dedos de las dos manos) Dionisia García, Isabel Escudero, Pilar Pardo, Laura Campmany, Olga Bernad, Herme G. Donis o Rocío Arana.
Salí de mi ensoñación cuando los primeros asistentes se levantaban. El corazón me latía a toda vela. Naturalmente, no había dicho ni Pamplona. Otra vez será, y entonces verán.

domingo, 8 de mayo de 2016

VENTANAS



Ayer me acerqué a oír al ruiseñor. Llegó hará dos semanas. No sé si será el mismo de otros años, me gusta pensar que sí. De parar en un soto con unas mimbreras ha pasado a otro cercano con unos almendros, espinos y otros arbustos. Entonces me acordé de esto. Abrí el blog después de tantos meses, leí esa entrada, y no me pareció mal. Si acaso algún pasaje un tanto edulcorado. Pero sólo en un estado que pudiera derivar en esa tesitura se nos ocurre ponernos a escribir, qué se le va a hacer. Leí más. Pinché en un mes al azar. No echo de menos la bitácora, pero la tengo cariño y me gusta que siga ahí, como el fuego que queda palpitando solo en la noche. Me apeteció de pronto echar alguna racha más, por alargar su moribundia.
Podría ser una ventana más, otro punto de fuga de la nueva realidad a la que la paternidad me ha conducido. La repetición de tareas mecánicas podría llevarse toda la energía y todo el día, con la única tregua del trasacueste, esos minutos de la basura en que uno sólo tiene fuerzas para derrumbarse en el sofá y embaularse lo primero que echen en la tele. ¿Seré capaz, me pregunto en verso, de en lo nuevo que soy seguir siendo lo que quiera que fuera? Es, por cierto, la poesía, otra de esas ventanas, pero es ésta dama caprichosa y muy suya, desdeñosa de nuestros calentones líricos. Así que me pasa casi siempre como al parroquiano que va día tras día hasta su bar para encontrarse, día tras día, que está cerrado. Y el caso es que sigue yendo.
El paseo a las niñas es otra tregua. Permite leer, escuchar música y oxigenar cuerpo y mente. Hoy, en Zazuar, hemos ido por las viñas. Quería llover. El campo estaba precioso con el cereal tan verde cabeceando en brazos del aire. Yo escuchaba precisamente “Waves, waves, waves”, del Digital shades de M83. Cuando intuía que algo hablaría fuera me quitaba los cascos, pero volvía a ponerlos porque la música aportaba nuevos alcances al paisaje. Oír me ayudaba a ver. Los temas lentos se entendían con el movimiento solemne de las nubes; y la carrera de una lavandera o el culebreo de unos pobres renacuajos nacidos en los charcos de las cunetas, daban otro sentido a los temas rítmicos, esos de los que mi padre diría: “Y esto… ¿es así todo el rato?” De repente Laura se sacude el chupete y se frota la boca. Gira la cabeza para el otro lado y sigue. Al rato Andrea, sin dejar de dormir, se estira levantando los brazos, echando acaso otro medio centímetro. “Se estira el galgo, día de caza”, habría dicho su abuela materna.
Preciosos días. Mayo se está portando muy bien. “A ver cuándo empieza la primavera”, me decía una alumna en clase, sin entender que primavera es que haga de todo, incluso en el mismo día, que lo que entiende por primavera se llama verano. Pero no todavía, por favor.