Boerd: "It fades away" (single, 2019)
lunes, 24 de junio de 2019
miércoles, 24 de abril de 2019
MANUEL ALCÁNTARA

Una selección de la escrita por Manuel Alcántara fue editada por la Junta de Andalucía bajo el título El porvenir de ayer es ya recuerdo. Poemas & Columnas. Se puede leer aquí. Descanse, sí, en paz.
lunes, 15 de abril de 2019
DOS DEDICATORIAS, Y II
“Este es uno de los libros más abruptos ineptos y
chabaca[ne]ria infantil que he ojeado, y digo ojeado que no leído porque ni
dice nada ni participa en nada. Si encontráis algo peor leerlo.
Y pensar que
mi obra “Púrpura en el viento” quedó finalista frente a esta bazofia… Así está
el mundo de la No Poesía, así ven los jurados tanta idiotez. ¡En fin, así nos
va!”
Qué pena no
poder dar a esta historia su final: de Púrpura
en el viento, si existió, no hay rastro en la red. Si su sintaxis era la misma que la de la No
Dedicatoria, mejor que no haya existido. Pero que me quiten lo
bailao: primero la emoción de dar con un libro de versos dedicado (eso creía) por
su autor, y después el asombro por el hecho de que alguien se tomara la
molestia de quedarse a gusto, con caligrafía bella y pajaritos en la firma, con
quien supuestamente le levantó el premio. Aunque, bien pensado, quizá haya
cierto cálculo en ello: no es mala estrategia promocional, si bien un poco
cara, la de poner el título del libro de uno en la portada de otro para
luego venderlo. Si no, a qué indicar que el suyo fue declarado finalista por
un jurado al que luego descalifica: acertó al destacar su libro (era tan
superior que no podía ser de otra manera, parece pensar) pero falló de
modo garrafal al no darle el premio (movido, seguro, por oscuros intereses
clientelares). A mí me tocó la pedrea: que el autor de la chuscada convirtiera
involuntariamente un libro que no vale nada en un ejemplar curioso. 2 euros
tenían la culpa. Lo compré, por supuesto.
viernes, 12 de abril de 2019
DOS DEDICATORIAS, I
¿Quién no ha echado de menos un libro, quizá prestado,
quizá condenado en una mudanza a cualquiera de las cajas del trastero,
quizá delante de sus narices pero invisible? El de Punto y aparte de Miguel d´Ors era, más que un extravío, una pérdida. Sospechando que pudiera estar en León peiné la casa familiar sin éxito. El
único ejemplar que vi en internet fue vendido en Todocolección el 10 de junio
de 2018 por el muy razonable precio de 27 euros. Alguien se me había
adelantado. Perfectamente podría ser ése mi ejemplar, pensé. Supuso cierto consuelo saber que Renacimiento
editará la poesía completa de d´Ors. Pero cada libro es cada libro. Mi ejemplar
anotado, con su inocente fecha y lugar de compra en la página de cortesía, todo
el asombro, la maestría y la belleza de esas páginas y esa
edición que tocaron mis manos veinteañeras, esas, no volverán.
Estábamos a punto de salir hacia la estación de tren. Por la razón que fuera, una cesta de
mimbre que mi madre había pintado de rojo y en la que guardaba papeles suyos,
revistas y algún libro estaba sobre el arcón del
pasillo. Pensaba que nadie la habría tocado desde que nos dejó, hace ya 24 años.
Siempre me sobreviene ante las cosas de mi madre una mezcla de curiosidad y de
miedo a la tristeza paralizadora. Pero terminé por desgranar aquella
polvorienta silva. Y allí apareció el libro, con su cubierta de papel negra,
sus letras azules y rosas y su gracioso león. No pude dejar de pensar lo de siempre, que
mi madre sigue velándome como cuando dormía en sus brazos. A mi padre le faltó tiempo para compartir ese pensamiento y decirme que me lo llevara. Pero a la emoción
vino a añadirse la magia cuando abrí el tomo y no vi rastro de mis marcas a lápiz, y luego me encontré con una dedicatoria a
mi madre de su hermana Geles. Mi madre guardaba otro
ejemplar de ese libro. Qué sentiría al leer sus poemas, qué habríamos hablado
ella y yo si la enfermedad no se la hubiera llevado demasiado pronto (siempre
es demasiado pronto) es algo que vive conmigo desde entonces. El hecho de que
mi tía, madre de Javier Almuzara, tuviera la sensibilidad de compartir lo mejor de lo mejor con mi madre,
ya en lo peor de lo peor, me atravesó de una emoción que es también
orgullo. Yo no sé qué será eso del honor, pero lo más próximo que imagino es este
orgullo de un linaje construido por amor no ya a las letras, sino a la belleza.
domingo, 24 de marzo de 2019
UNA POÉTICA ME MANDA HACER EL MONTE, Y II
Parece lógico que se reserve a los mejores el juicio
crítico más afinado, que quienes han llegado más alto tengan una visión más
abarcadora y ecuánime. Cuando un poeta del montón alaba un libro del montón no lo
hace por interés, por alimentar el caldo en que cuece su propio cultivo, pues
todos los poetas se tienen por buenos. Lo hace, simplemente, porque lo mediano gusta de lo mediano. Sin embargo, leemos luego con
una sonrisa a un poeta de raza poner en su sitio a tal o cual "hito generacional".
La montaña, que enseña tantas cosas, también ilustra
esto. En esta fotografía aparecen cinco cumbres numeradas de izquierda a
derecha. Al pie del circo que forman, no sería fácil ordenarlas de más alta a
más baja. La número 2 parece la más alta. Pero ojo... Y este es el ejercicio que proponemos. (La solución se encuentra al final del texto).
La enseñanza de todo esto es que a medida que se
asciende se va viendo la verdadera altura de cada cima –de cada poeta y obra–,
y que a menudo hay sorpresas. La más común de estas ilusiones ópticas consiste
en que el pico más cercano parece más alto. En efecto, ante dos cotas, la que se encuentra en primer plano, aun teniendo menor altura, parece imponerse; y en poesía esto
es así porque, quien más quien menos, el lector se ve movido por una especie de emoción de
descubrimiento que le dé la consoladora certeza de que también en su tiempo surgen poetas y poesía.
Otras sugestiones por las que no hay que dejarse
engañar son las de un nombre más o menos mítico o un aspecto intimidatorio, cualidades ambas que posee, por ejemplo, el Naranjo de Bulnes. Es impresionante el Naranjo de Bulnes. Un clásico, diríamos. Pero quién sospecharía que a su lado hay una cumbre poco menos que olvidada (La Morra se llama) que
la mira por encima del hombro. Lo del nombre en los poetas hace mucho; un
Garciasol siempre parecerá más que un García. Y lo del aspecto intimidatorio no digamos.
____________
Solución: [1-3-2-5-4]
domingo, 17 de marzo de 2019
UNA POÉTICA ME MANDA HACER EL MONTE, I
Picábamos algo tras una de las representaciones de Fuenteovejuna. Javier Almuzara, en su
salsa, hablando de la valía de los poetas, vino a decir que las montañas se
miden por su cumbre. Y sí y no, pensé entonces, pero fui incapaz de meter baza,
pues le sobreviene a uno cierto aturdimiento retardador en esas tertulias que
sólo muy de tanto en tanto puede disfrutar, impensables en su vallisoletano
páramo.
E igual que en un páramo, y vamos adelante, puede un
cerro parecer montaña sin serlo, habría que empezar por tirar la línea y dejar
en fuera de juego a tanta presunta poesía que no es tal. La poesía ha de ser la
quintaesencia de la esencia, y hay que reservar para ella lo mejor, que es lo
mismo que ella exige del poeta. Dar un libro intrascendente, ni malo ni bueno (es
decir, malo), es una demostración de falta del sentido crítico que debe
presidir cada decisión de las mil que se toman a la hora de componer esos
poemas. Un libro malo no resta valor a un libro bueno, pero sí al poeta que lo
da. Lo que valdrá y quedará será ese libro de gracia excepcional, no el nombre
de quien no supo mantener en otras entregas la altura de su vuelo. La cota más
alta servirá para dar nombre a esa cordada o grupo de cimas que, más que una
montaña, es cada poeta; pero las más bajas, sin restar altura a aquéllas, sí la
restan a la altura media. Si en literatura lo que no suma resta, en poesía menoscaba.
Un ejemplo: José María Valverde. Pocos libros habrá en
su siglo, gran siglo para la poesía española, a la altura de Hombre de Dios. Pasan las décadas y el
poeta parece sumido por un afán como de estar al día, y aquella palpitación del
espíritu se diluye en poemas de circunstancia, banales, a los que estorban a
menudo esos extranjerismos que tanto exasperan en los modernistas, que de
pronto parecen haberse convertido en el modelo: un paso atrás. De haber
mantenido esa vena genuina, el poeta sería considerado uno de los grandes, y no
uno de tantos. Pérez de Ayala es otro
ejemplo de que la mayoría de las trayectorias poéticas son descendentes. Si se
leen sus libros de poesía en orden de aparición no puede uno dejar de
preguntarse cómo un sendero en paz puede acabar siendo tan torpe, confusamente
innumerable. Y como ellos, cuántos poetas en los que lo que rodea a una cima
prominente son sólo estribaciones.
Esto aparte, sería complicado explicar por qué nos
gusta volver a unas montañas más que a otras. La altura, en este sentido, es sólo
un factor más. No diré tanto como que Canedo vale más como poeta que Darío,
pero en el monte del primero me siento como más arropado. Y si a éste no vuelvo,
sí vuelvo a aquél, como vuelvo a La caja
de música, a Reliquias, a los Poemas de provincia, libros
paridos por los parias del parnaso, opacados por el timbre metálico de los
bruñidores de versos: me parece Darío un oído absoluto para qué, me pesa por
espeso Villaespesa y cuesta arriba rueda el verso en Rueda. Quizá sea que los
Gil, Fortún, González-Blanco, Canedo o Tomás Morales buscaron la fuente en el
monte de dentro. Al final, y ya que esto se ha acabado llenando de nombres,
espigando ese rosario del S. XX, para uno las cuentas están claras: Juan Ramón por poeta,
Unamuno por filósofo y Machado por hombre, respectivamente nuestros Andes,
nuestras Rocosas y nuestro Himalaya. Pero no todo van a ser ochomiles. Por fortuna, existen también El Atlas, la sierra de Gredos y hasta los Montes de León. Y siempre se acaba encontrando en ellos rincones tan acogedores e imponentes como los de aquéllos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)