viernes, 9 de diciembre de 2011

LA HUELLA NOBLE DEL TIEMPO

Dejó escrito Borges en el evocador poema "Montevideo" refiriéndose a la capital uruguaya: “Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente”. Ruando el laberinto de la Alfama, en Lisboa, la decadencia de las calles del barrio medieval de Guarda, apenas soslayada por los azulejos que ennoblecen sus nombres entre los desconchones de los muros, la blanca uniformidad de ese suspiro del mar que es Ericeira, pienso que acaso Portugal es la España que tuvimos, un país que desoyendo los cantos de sirena de la globalización se ha mantenido fiel a su carácter, orgulloso de sí, sabedor de que el turista es un visitante eventual al que no hay por qué contentar a cualquier precio. Un país que no ha traicionado la obra de sus antepasados ni ha sido víctima de alcaldes artistizantes de uno u otro signo que han querido borrar con su huella, insignificante como dañina, la huella noble del tiempo.

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