Un sano ejercicio de gimnasia literaria: definir
palabras de uso común. Y más complicado de lo que pueda suponerse, pues no es
en absoluto sencillo definir silla, árbol o edificio. Qué fácil caer en la
superposición de vocablos –normalmente adjetivos– que nos parece acercarnos a
lo definido, cuando sucede precisamente lo contrario, que a cada uno que
añadimos se pierde precisión.
Extrapolado a un escrito, cuántas veces apreciamos
que el modo de decir traiciona lo que se dice por culpa de esa
acumulación. Cuánto más difícil la concisión que la vaguedad, la contención que
la verborrea en las descripciones en prosa o en la construcción del poema, que
ha de ser la quintaesencia de la esencia. También en literatura casi siempre
menos es más.
Me parece que para una buena definición, si queremos torturarnos con esa gimnasia, no queda más remedio que recurrir a alguna jerga, ya sea técnica o poética, y cuántas veces la más técnica resulta la más inspiradora literariamente. Vease si no la perturbadora belleza que suelen contener algunas instrucciones de uso vilmente traducidas.
ResponderEliminarUn abrazo, Sergio.