Mañana limpia, recién llovida, asaeteada por el olor
de lo vegetal, esa gratitud. Camino hacia el monasterio con la ilusión de que
hayan prendido los lirios. Cruzo solares que son campos coloreados por la colza
silvestre, la flor púrpura del cardo borriquero y las primeras amapolas. Oigo
al ruiseñor, con su hipido único, hacia dentro, a los mirlos, su
glisando sin par, a los desengrasados verdecillos. Se me cruzan, medrosos,
varios conejos flechados hacia su hura. Voy nervioso, trovando:
Estarán ya los lirios / jugando a mar, a cielo, a sol llorado. Y estaban. Y
verlos un año más, por ellos y por mí, y planear volver esta noche para coger
algunos, y pensar a quién darlos mientras regresaba a su olor sereno, me ha dejado rey
en la mañana. Y no por poca cosa, unas flores, ya ven, por muy lirios que sean,
pues todo es siempre más de lo que es.
(A Miguel d´Ors y José Mateos, con
unos lirios)
maravilloso hallazgo.......ilusión compartida......¿que tal la mezcla de color con el amarillo de los CAPILOTES que tambien llegaron...?....
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