Dejó
escrito Borges en el evocador poema "Montevideo" refiriéndose a
la capital uruguaya: “Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en
los años se alejó quietamente”. Ruando
el laberinto de la Alfama, en Lisboa, la decadencia de las calles del
barrio medieval de Guarda, apenas soslayada por los azulejos que
ennoblecen sus nombres entre los desconchones de los muros, la blanca
uniformidad de ese suspiro del mar que es Ericeira, pienso que acaso
Portugal es la España que tuvimos, un país que desoyendo los cantos
de sirena de la globalización se ha mantenido fiel a su carácter,
orgulloso de sí, sabedor de que el turista es un visitante eventual
al que no hay por qué contentar a cualquier precio. Un país que no
ha traicionado la obra de sus antepasados ni ha sido víctima de
alcaldes artistizantes de uno u otro signo que han querido borrar con
su huella, insignificante como dañina, la huella noble del tiempo.
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