Encuentro esta prosa descabalada en una libreta antigua. Aunque los ejemplos no son de hoy lo que cuentan (lo que cuenta), ay, sí lo es.
“Ya nuestra vida es tiempo”, escribió Machado en un breve poema, y, en un aforismo igualmente memorable: “El hombre es el animal que mide su tiempo”. Pero igual que hay distintas maneras de medir el tiempo, hay también distintas formas de vivir en él, de las cuales la más penosa y frecuente es vivir contra el tiempo.
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“Ya nuestra vida es tiempo”, escribió Machado en un breve poema, y, en un aforismo igualmente memorable: “El hombre es el animal que mide su tiempo”. Pero igual que hay distintas maneras de medir el tiempo, hay también distintas formas de vivir en él, de las cuales la más penosa y frecuente es vivir contra el tiempo.
Paseo por León. De regreso a casa advierto en un
cruce que han cambiado el semáforo de peatones. Al antiguo, en el que el
hombrecillo en verde lucía estático hasta que parpadeaba para cambiar a rojo,
lo han sustituido por otro en el que camina mientras se nos muestra el tiempo
que resta para cerrarse. A falta de siete segundos su marcha se vuelve más
rápida. Llama la atención la inclinación del tronco, como en esos velocistas que
pretenden arañar unas centésimas al cruzar la línea de meta. Le falta sacar la lengua
como Bolt. Antes, uno sólo apretaba el paso si el semáforo comenzaba a
parpadear mientras cruzaba. Ahora, si unos metros antes de llegar a él observa
que restan pocos segundos para que se ponga rojo, una nueva preocupación le
hará avivar el paso. En definitiva, para el que vive en la prisa una fuente más
de ansiedad, y para el que trata de evitarla, una nueva invitación para que se
una al club.
Llego a casa. Mientras ceno veo la televisión.
Dice una voz: “Publicidad. Volvemos en dos minutos”. Cambio. Leo en la
pantalla: “Volvemos en 37 segundos”. Cambio. Parece que todas las cadenas se
han puesto de acuerdo para pasar a la vez a la publicidad. En uno de los
anuncios, de RENFE, dice una voz en off: “Ya no importa la distancia que hay
entre dos puntos, sino el tiempo que tardas en recorrerla”. Como si el del
viaje fuera un tiempo perdido, como si leer, dormir, escuchar música o mirar
por la ventanilla un paisaje que se convierte en espejo de nuestro pensar, no fueran
precisamente una de las mejores maneras de aprovechar el tiempo. Y dicho sea de
paso, ¿justifica una inversión tan costosa como la alta velocidad el hecho de
tardar media o una hora menos en un desplazamiento? ¿Es realmente la obra
pública, así enfocada, una inversión de futuro? Apago.
Entro en Internet para ver la previsión
meteorológica del fin de semana. Tecleo “tiempo”
en el buscador y aparecen en la pantalla entradas como estas: “Cómo ahorrar
tiempo en la mañana”, “Ahorra tiempo peinándote”, “Mamás emprendedoras: 7 tips
para ahorrar tiempo”, o, atención, “Trucos curiosos: cómo ahorrar tiempo
pelando patatas”. Quién podría evitar cliquear en esa página. Es lo malo de la
red, uno se dispersa. Y más que podría dispersarse, pues en una esquina de la nueva
ventana le invitan nada menos que a ver a “la chica con el trasero más grande,
redondito y durito del mundo”. Me parece que no estoy ahorrando tiempo precisamente.
Ya nuestra vida es tiempo, sí, y si algo espera
uno de la vejez es que vuelva a dejar de serlo.
Como en casi todas tus entradas sobre lo cotidiano ésta nos invita a reflexionar sin por ello estar exenta la emoción de lo vivido que se trasmite por medio de la palabra.
ResponderEliminarTambién he de decir que a veces tus textos me recuerdan a los pasos perdidos del salón de Trapiello, pero sin saber el porqué en lo que respecta a la cotidianidad y en mi alma tus palabras bucean en espacios más profundos.