Un cambio en la rutina es siempre de agradecer, a condición de que no se convierta en rutina. Gracias a las Jornadas Culturales del conservatorio salgo a las seis. El tiempo, desapacible como casi siempre últimamente en la Semana Santa (si fuera agorero pensaría que al de arriba no le agrada ni esta multitudinaria manera de celebrarle ni el fariseísmo de algunos ilustres devotos, y envía ríos de lluvia y airones y hasta pedrisco, y truenos que braman no en mi nombre), el tiempo desapacible, decía, aconseja quedarse en la cabaña.
Reviso una carpeta donde envejece, y de qué manera, mi primer libro de poesía, afortunadamente inédito. Si la alegoría es conocida también como metáfora continuada, hipérbole continuada podría subtitularse esta Habitada niebla que, no lo olvido, tanto me dio, nacidos sus poemas del más puro regato. Sólo unos pocos, tras rigurosa poda, encontraron asiento en Quietud. En fin, en escala descendente, las mejores intenciones, buenas ideas, algún buen verso y malos poemas. Y sin embargo...
DÍA SALVADO
Puede ser que esa noche hayas soñado
con Wagner devorado por sus propios trombones
y más tarde la calle te depare
la confabulación definitiva
de mártires, semáforos hostiles,
palomas de implacable puntería.
Tropiezas con tu sombra, te doblan las esquinas
y ya de vuelta a casa dan fiesta los vecinos.
Imposibles los versos ajenos, imposibles
los propios,
a no ser...
Puede ser que esa noche hayas soñado...
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