VOLVER
Llueve con tanta luz
que es un llorar de risa. Aguarradillas
de abril. Tras el cristal perlado, la calzada
río de albal parece de un belén. Los ciruelos,
en sus flores abiertas
reciben tanto bueno, y también ríen.
Se deshacen las nubes
como vencido ejército.
Al salir
al balcón, como un vuelco,
el olor de la lluvia sobre la tierra seca
te ha dado la medida del poema:
más allá de la amable memoria de esta luz,
los ciruelos, las flores o las nubes,
fuese volver a él
(como a voz recobrada,
como a aroma olvidado que regresa)
la conmoción del aire perfumado,
el aire perfumado que recuerda por ti.
(De Quietud)
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