viernes, 25 de abril de 2014

REMANDO AL VIENTO

Si traigo aquí este poema es porque no sirve para libro. Siempre me dieron tremenda pereza los poemas y poetas que llaman culturalistas, en los que la poesía, cuando la hay, se ve arrinconada por referencias de aluvión a películas, poetas mejor si ingleses, músicos de jazz, etecé, poemas que rara vez lograron provocar en mí la emoción de la que nacieron, que es de lo que se trata, quedando las más de las veces en agua de borrajas, cuando no de pureta, que es aquel del que nadie se atreve a decir, como de un no tan joven al que no le sacan del heavy, que se quedó ahí. 

Este poema nació de otro de lord Byron, "Darkness", cuyo principio aparece sobreimpresionado en el primer plano de Remando al viento, película de Gonzalo Suárez, escritor y cineasta de cuyo ascendiente en la educación sentimental de uno se habló aquí; pero más le debe a la propia cinta, que me subyugó (en el doble sentido de dominar y embelesar) en la juventud. Y es que no era sólo una película sobre poetas románticos en el momento en que empezaba uno a tomarse las palabras demasiado en serio. Eran también las lacerantes melodías, escuchadas por primera vez, de Vaughan Williams o de Grieg, la emoción de reconocer en la pantalla rincones amados desde hace tanto tiempo como la playa de Borizo, y, sobre todo ello, la sensación, dolorosa y dulce, nacida de la suma de unas y otras cosas, de estar, aún, a tiempo... 

  
REMANDO AL VIENTO

             “Tuve un sueño –¿fue un sueño?–
             El sol se había extinguido y las estrellas
             deambulaban a oscuras en el espacio eterno.
             Y nuestra helada Tierra
             vagaba ciega y negra en el cielo sin luna.
             Llegó el alba y pasó. Y llegó de nuevo
             sin traer el día (…)”
                                             Amigo George Gordon lord Byron,
             sólo por estos versos te perdono
             tus naderías, tu prolijidad,
             tu Don Juan, tu Childe Harold, tu Corsario,
             este mismo poema al que le sobran
             unos setenta versos,
             incluso que pudiera llegar alba sin luz.

             Todo por escucharlos      
             de nuevo mientras la pantalla oscura
             funde al blanco polar y desolado
             donde duerme la bestia,
             por navegar contigo y con los Shelley
             otra vez por los lagos sombríos de Ginebra,
             por otra maga noche de historias junto al fuego
             pensativo, por que las melancólicas
             praderas de Celorio, la Suite Holberg
             de Grieg y la mirada líquida de tu spleen                 
             se adueñen de la mía una vez más         
             en la hermosa ficción que imaginara                            
             quien firmó tu mejor obra: Gonzalo Suárez.


Fotograma de Remando al viento (1988)


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