Algo no termina de funcionar en Abel Sánchez, la nivola
de Unamuno. Le falta quizá penetrar más en la persona de Abel, el antagonista
de Joaquín Monegro, verdadero protagonista del relato. Cuando piensa y actúa
Abel vemos a una persona sin la doblez y la ambición malsana que le achaca su
envidioso antagonista, pero distinta también, y ahí lo extraño, de lo sugerido
por el narrador omnisciente, conocedor como tal de sus motivaciones. Pero Unamuno
es siempre más que una trama. Van estas preciosas canicas para la caja:
No es Caín lo malo; lo malo son los cainistas. Y los abelistas.
*
¿Contra quién va ese elogio?
*
Le importaba más no obedecer que mandar.
*
Sentía que algo le escarabajeaba dentro.
*
Todo hombre lleva fuera lo que lleva dentro.
*
El viejo es un niño que sabe que ha de morir.
Y estos
versos del prólogo de la segunda edición:
Si pudiera al cabo darte, Señor mío,
el que en mí pusiste cuando yo era niño…
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