Hablan en la radio del "problema de la soledad". La identifican con la depresión, la dependencia, la ansiedad o la baja autoestima, problemas, estos sí, a los que puede conducir una soledad no deseada. Pero deducir que la ansiedad o la depresión sean una consecuencia de la soledad es mucho deducir. Lo serán, acaso, de la incapacidad de hacer de ésta algo bueno. Ya decía Pascal que la mayoría de los males le vienen al hombre de no saber estar sentado tranquilamente en su habitación. El problema no es la soledad, sino que se considere a la soledad un problema.
lunes, 26 de noviembre de 2018
martes, 20 de noviembre de 2018
POPURRÍ, POPURRÍ
Algún concierto
últimamente. El de Phoenix en Madrid, al final del verano, fue la quintaesencia
de lo que, para uno, debe ser la música popular en directo. Un
concierto-concierto, donde la gente paga para ver a ese grupo, no como en los
festivales donde se va a hacer bulto y a figurar un poco, y en los que, en
cuanto un grupo baja revoluciones para tocar más delicado, el raca raca hace
imposible disfrutar de él. Un concierto de festival dura hora y pico; un
concierto-concierto, hora y media mínimo. Más aún estuvieron Phoenix con su pop
entre funky y electrónico, divirtiendo y emocionando, creando como una burbuja
de armonía que era la del ocaso, con su aire templado y la luna asomando. Mejor
no se puede.
Luego Slowdive, en un
festival en Barakaldo. Lo dicho. Hay que hacer un esfuerzo para abstraerse de
los elementos disuasorios y entrar en el partido desde el minuto 1. También es
importante saber lo que se va a escuchar. Fue maravilloso nadar entre esas
capas de distorsión perfectamente melodiosa, de donde aún se levantaba de
repente una como sirena de submarino, esos redobles tan sencillos como
efectivos, esa liturgia de medios tiempos que sólo se pueden bailar a golpe de
cuello. Los chicos ya no son chicos, pero no han olvidado lo que ya sabían hace
30 años, que no hace falta moverse del sitio para ir lejos, y que la fuerza no
está en el gesto, sino en los pies, las manos y lo que quede dentro. Haber oído
en directo “When the sun hits” es algo que me llevaré a la tumba.
Ya en Valladolid, Nudozurdo
en su concierto de despedida (eso dicen). Como tal, no se centraron en su
último disco, que ya presentaron aquí y está muy bien, sino que tocaron lo
mejor de sus 5 álbumes. Dos horas a piñón, alternando los temas krautrock con
los medios tiempos, y dejando sabiamente para el final “Dosis modernas”, un
tema que encantaría a Slowdive y que, concluida la parte cantada, posee la mejor
línea de bajo que he escuchado. Un grupo personalísimo, con 15 o 20 temas buenísimos,
que siempre han ido a su ritmo sin volverse locos. Les habré visto unas diez
veces, una de ellas en un festival veraniego a las 7 de la tarde, con un sol de
justicia, mientras dejaban para las horas buenas a toda la morralla del indie patrio.
Y hace unos días, La
habitación roja, otro grupo que ya llevará sus 20 años, y al que escuché
bastante (ya no). A Sara le gustan por lo alegre de sus canciones, y porque le
caen bien. Sí que se hacen querer, y hay que reconocer que tienen el don del estribillo.
Yo me solté un poco en los temas más antiguos, que me parece que tenían otra
cosa, quizá mis propios oídos, y en otros más sinuosos como “Posidonia”.
Valga todo esto por la
canción del sábado.
martes, 13 de noviembre de 2018
POR LA BOCA MUERE EL PEZ
C. se ha levantado tarde. "No te hemos dejado nada de chocolate." Es decirlo y arrepentirme por lo ridículo de ese intento de dar una mano de presunta generosidad a lo que sólo ha sido egoísmo, peor, gula y egoísmo. "¿A sabiendas o sin daros cuenta?", podría haber preguntado C. Y entonces, ¿qué? Sin embargo, dice con desgana mientras bosteza: "Bah, no te creas que me gusta mucho el chocolate." Le gusta.
sábado, 10 de noviembre de 2018
¿PROCRÉ, HO?
Esto de las palabras que de un día para otro se ponen de moda es un sinvivir. La primera vez que escuché ese mantra de que hay que ser más empático, me quedé tranquilo, pues no podía estar eso de la empatía, fuera lo que fuera, muy lejos del radio de acción de mi natural simpatía. Luego vi que no, que empático empático no era.
Con la resiliencia no me engañé: seguramente sería cosa relacionada con la resistencia, algo que nunca fue mi fuerte; y acertaba: resiliente tampoco.
Con lo de procrastinar ya me puse serio. Aquel palabro auguraba lo peor, un híbrido entre próstata (toco huevera) y castración (horreur!) Ojalá no procrastine nunca, pensaba angustiado. Hasta que me enteré de que aquello no era más que aplazar algo, haciendo entretanto, naturalmente, cualquier otra pijada para sentirnos menos mal. Parece que era necesaria para eso una palabra más larga, que luciera más. Así que llevo procrastinando toda la vida y me entero ahora. Cuál será el siguiente susto.
Con la resiliencia no me engañé: seguramente sería cosa relacionada con la resistencia, algo que nunca fue mi fuerte; y acertaba: resiliente tampoco.
Con lo de procrastinar ya me puse serio. Aquel palabro auguraba lo peor, un híbrido entre próstata (toco huevera) y castración (horreur!) Ojalá no procrastine nunca, pensaba angustiado. Hasta que me enteré de que aquello no era más que aplazar algo, haciendo entretanto, naturalmente, cualquier otra pijada para sentirnos menos mal. Parece que era necesaria para eso una palabra más larga, que luciera más. Así que llevo procrastinando toda la vida y me entero ahora. Cuál será el siguiente susto.
miércoles, 7 de noviembre de 2018
ESAS MANOS...
Esas dedicatorias de traductores, editores, seleccionadores y prologuistas al frente de libros de otros, qué vergüenza ajena. Menudo morro. Lo de dedicar canciones en la radio todavía tiene un pase. Es hasta gracioso. "Quería que me pusierais Sultans of swing, de los Dire straits, y se la quería dedicar a...", y luego si acaso los motivos de esa dedicatoria, para que conste. Pero en los artículos de Azorín, en los poemas de Rilke... Por favor, señores.
sábado, 3 de noviembre de 2018
sábado, 27 de octubre de 2018
miércoles, 24 de octubre de 2018
UNA LECCIÓN
Me toca ir a cambiar a Laura al colegio justo antes
del recreo. Ya que he salido de casa, tomaré un café mientras hojeo El norte de
Castilla. Pero en tan inocente propósito se entromete una baja pasión: volver la
calle para ver a las niñas cómo se desenvuelven en el patio con los otros niños.
Siempre me pareció deplorable el fisgoneo de los padres durante el recreo, una
actitud que puede condicionar la libertad de los chicos. Pero en mi caso sería
sólo un vistazo y sin dejarme ver. Ya doblo la esquina cuando veo a la madre de
un compañero de Laura y Andrea oteando entre los barrotes. La visión me produce
una aversión física. No quiero que me vea, ni que piense que yo pudiera hacer
lo que ella está haciendo. Doy media vuelta. Creo que no me ha visto.
Dos horas después vuelvo para recoger a las niñas.
Está el primero en la fila el niño de la madre fisgona. Sale llorando y corre a
sus brazos. Al coincidir un tramo camino a casa, le pregunto si sabe por qué
llora el niño. No lo sabe, no se lo dice, quizá pida una tutoría a ver. “Empezó
bien, iba contento, pero los tres últimos días ha salido así...” La madre intentaba encontrar los motivos de aquel cambio. De ahí su vigilancia en el recreo. Lo que yo había
tenido por ocioso hociqueo no era sino un conmovedor amor de madre que le daba
una merecida bofetada a mi ligereza de juicio y, en la otra mejilla, a mi doble
moral.
viernes, 19 de octubre de 2018
POWER POP
Tiempos rápidos, canciones cortas, melodías sencillas sin apenas solos y armonías vocales son las líneas de fuerza del llamado "Power pop", estilo más cercano al rock y el post punk que del propio pop. Si todavía en tu ciudad pasas por un bar y ves que hay unos chavales tocando y sudando la gota gorda, lo más probable es que estén en esa onda. En León, mi pueblo, suenan a power pop Los platillos volantes (en este videoclip, parece que grabado en el Estudio 54, he creído distinguir entre el bullanguero público a Avelino Fierro). Bien cerca, en El gran café, disfruté también de una de las hipervitaminadas lecciones de profesionalidad de Paul Collins, que firmara esta píldora con The Nerves. En fin, pondríamos a Nada surf, algo de Blur quizá, esta otra de final glorioso de The Smashing pumpkins... Pero ocupa el lugar de honor en esta canción de los sábados la incendiaria "Burn, baby, burn" de Ash. Música para escuchar por las mañanas, cuando los oídos aún tienen cuerda.
Ash: "Burn, baby, burn" (Free all angels, 2001)
domingo, 14 de octubre de 2018
martes, 9 de octubre de 2018
¿ESTRÉS?
Me cruzo con un compañero que tiene que cambiar de aula
entre clase y clase. No se para a hablar porque no quiere llegar tarde. ¡Qué
estrés!, se despide. El estrés que tengo yo (el mismo que mi compañero) es tres meses
de vacaciones en verano, tres semanas en Navidad y tres fiestas por trimestre. Pero
claro, esto no se puede decir, no vaya a protestar alguien y nos hagan venir en
julio a rellenar importantísimos informes.
▪ ▪ ▪
A mi señora, que este curso da música
a toda primaria, le ha tocado hacer seis programaciones didácticas. Me río por
no marearme.
–Y la
programación de 5º sin hacer -se lamenta.
–Qué vergüenza.
Fíjate en mi ejemplo, yo hice la de flauta en un pispás.
–Sí, cambiando el curso en la
portada.
Callo y otorgo.
▪ ▪ ▪
Y de la programación a la evaluación.
–¿Vosotros
también evaluáis por competencias?
–Sí, evalúo
si el alumno es un incompetente o aún se puede hacer algo con él.
sábado, 6 de octubre de 2018
CHRISTINE AND THE QUEENS
Christine and the queens: "La marcheuse" de Chris (2018)
_________________________
domingo, 30 de septiembre de 2018
PASEO CON BARES
No me lo creo. Vuelvo del paseo gatuno y alguien se ha comido
el medio sándwich que había dejado con toda la intención en la encimera. Abro la
nevera y lo primero que veo son dos trancas negras que me apuntan amenazantes. Es
san Froilán y hay que darle caña a la morcilla. Me suele sentar bien una
magdalena con el agua que va pidiendo. Se me ocurre mejorarlo. Hay junto a las
morcillas un generoso surtido de yogures. Estos de Oykos se lo están currando. Mientras
disfruto de las grasas saturadas, hago resumen de la noche.
Si la meta que aguarda a quien aspira a perdurar es el
olvido, no es otra la que nos va ganando durante la vida misma. Sucesivas metas volantes cada vez más cercanas. Cuántas
películas olvidadas, cuántas músicas, versos, conversaciones, personas. Qué
sangría. Cuesta ser optimista en esto: ¿tanto ganaremos por otro lado? Pregunto
al camarero del Black dog si la canción que acaba de sonar es de Jefferson
airplane. “De los Who. De los primeros Who.” Y veo que se hincha un poco. Lo
que no imagina es la de veces que habré escuchado “I can see for miles”, en CD
y en casette, en el Woodstock y en el coche, en greñudo y en mocho. Se pensará que en materia sesentera me lleva ventaja, pero es al revés: yo he llegado antes.
Salgo en dirección a La clave, que se ha trasladado a
las inmediaciones de la plaza de santo Martino. Pero una luz como de almacén y
una nula intimidad echan para atrás y paso de largo. Creo que el dueño, entre saludado y conocido, me ha visto. Dudo si recular, pero sigo adelante. Qué mínima visión de
negocio. En una ubicación inmejorable, en una zona de tapas ya tan concurrida
como el barrio Húmedo, sería un pub ideal para tomar esa primera copa que es
tantas veces la última y la segunda última. ¿Tan difícil es disponer una iluminación
acogedora y un ambiente agradable? Se ve que sí.
Cruzo la calle Ancha en dirección al Húmedo. El cierre
del Local fue una avería tremenda. Entro en el Crazy. No es lo mismo pero con suerte se puede escuchar a The Smiths, Pulp o Radiohead. Ahora bien, si se pasa la noche entera se puede oír a los Guns and roses cuatro veces, y a eso no hay derecho. Son aún las doce y media
y no hay nadie. Pido una cerveza. El flemático dueño, un clásico de la noche
leonesa, vuelve a su taburete al lado de la música y sigue leyendo su libro.
Una estampa idílica. ¿Nos mirará la Pálida sin que hayamos abierto ese bar que
sea como nuestra segunda casa, un refugio a la medida de uno donde simplemente
no pierda dinero y pueda pasar a gusto y con su música unas horas los jueves,
viernes y sábados?
Qué noche de finales de septiembre. Entre los abedules del parque de Correos, ya de retirada, intento recordar un poema, aquí mismo nacido, a este sufrido árbol. Tampoco el olvido lo
ha respetado. Quedan, como ruinas de un palomar, unos versos aquí y allá: “Se para uno a mirarte y ya le habla / del alma herida al alma tu tronco
acuchillado”. Y de esos versos deberían colgar otros, como unas cerezas de otras, en
defensa del hipérbaton, al que deben los poetas no sólo que les resuelvan los
acentos, sino el placer lector de resolver su ecuación, de tercer grado si
gongorina. "Quién para ese poema / poder plancharlo sonetista fuera".
Estaba rico el yogur. Antes de que se me olviden estas
minucias me siento a anotarlas en el escritorio en que tantas horas eché durante
el colegio y el instituto. Enfrente hay una foto en la que aparecemos S. y yo
frente a la Peña Galicia, que ese día subimos. S. está parecida. Quizá hasta
estaba más regordeta. Se nos ve felices, pero eso no quiere decir nada. Es una
foto. Quizá por la noche acabáramos discutiendo por una tontería, a la porfía,
que es el peor enemigo de cualquier relación. Hay que mantener al recuerdo a
raya, sin caer en sus trampas. La montaña es sencilla y agradecida, con su poca
altura, sus fósiles en la falla y la fácil brecha de acceso a la cresta. El
misterio de la fotografía es la otra figura que sonríe a la cámara, con pelo
aún, sin ceño todavía. Le miro y no me creo que haya sido yo. Los rostros de
los familiares son espejos que no traicionan, escribió Azorín. Siendo así, ante
el de este que me mira, ese padre mío que fui, sólo puedo pensar
que el traidor soy yo. Abro la puerta de la habitación donde duermen las niñas.
Su respiración deshace toda inquietud. Duermen profundamente. También S., su
calor que busco para echar lo que quede a la hoguera del olvido.
sábado, 29 de septiembre de 2018
OBK
En esta entrada dedicada al electro pop patrio olvidamos
un nombre decisivo, fundacional. En los tiempos en que OBK grababan sus temas
más conocidos, quien más quien menos nos avergonzábamos un tanto de aquellas
letras romanticonas, demasiado sinceras. Si no estábamos preparados para la música
de baile con mensaje, lo que ya parecía intolerable era que este fuese, por
ejemplo, “hoy he vuelto a llorar”. Siempre se ha dicho, y con razón, que es
difícil escribir canciones en castellano. A menudo la letra, por excesiva, daña
a la música. Pero poco parecían importar a Jordi Sánchez y Miguel Arjona estos remilgos,
detrás de los cuales estaba acaso el hecho de que reivindicaran de la mejor
manera, sin reivindicarla, la normalidad de la homosexualidad. Empezaban los
años 90 y todavía podía verse en las discotecas a algún berraco lanzando las
rodajas de limón de las consumiciones, cuando no los hielos, al que se subía a
una plataforma a bailar con las gogós.
“Oculta realidad”, el primer sencillo de OBK (cuyo
nombre homenajea la canción de Depeche mode “Oberkorn (It's a small town)”), dejaba
a las claras que la del grupo de Dave Gahan y compañía sería su gran
referencia. A “Historias de amor” (el enlace es, a mayores de la actuación, un documento impagable, por la presentación de Nieves Herrero, el baile de 2:20, las pintas en general y las palmas del público), a "Historias de amor", su mayor éxito, siguieron cinco o seis años buenos hasta que la popularidad del dúo comenzó a decaer. Entonces ocurrieron dos
sucesos importantes: la publicación del recopilatorio Singles 91-98, que relanzó su carrera, y los vídeos de Juan Antonio Bayona, que
vinieron a actualizar una imagen que hasta entonces abusaba de los primeros
planos, las lycras y las camisetas de tirantes.
Con un sonido cada vez más limpio, OBK siguieron
facturando joyas como este “Náufrago”, la canción de este sábado, que suena a Depeche mode, pero también a
Pet shop boys y, si me apuran, a Moby. Pocos grupos con seguidores tan fieles y entregados. El que vaya
a un concierto suyo entenderá por qué.
OBK: "Náufrago" (de Feeling, 2005)
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