Revisando una libreta antigua encontré esta nota sobre un concierto. Valga para inaugurar la sección "Archivo".
Concierto con motivo del CCL aniversario del
nacimiento de Mozart. De primer plato nos sirvieron su concierto en Re M para flauta y
orquesta (originalmente para oboe), dirigido por el propio solista,
Patrick Gallois, que ofreció una versión sobreadornada amén de una
sonrojante sobreactuación en sus movimientos y en la dirección de
una orquesta con la que porfiaba sin ocultar su insatisfacción, y a
la que llevaba con la lengua fuera, a buen seguro con la intención
de dar sensación de superioridad técnica (por lo visto la música
era lo de menos). Malo cuando se intenta rizar el rizo de Mozart, que
no tenía tal.
El segundo plato fue servido por un clarinetista que no quiso ser
menos, cuyo histrionismo trajo a la memoria del respetable a cierto
humorista español célebre por las contorsiones que sufría su
cuerpo mientras contaba sus chistes. En el colmo del proselitismo se
permitió tocar el cumpleaños feliz en la cadencia del sublime
segundo movimiento del concierto mozartiano para este instrumento.
Hubimos aún de tomar el postre, dispensado por un pianista (según su currículum un artista esquivo) que por dar la nota rompió
la unidad temática del concierto y se despachó con no sé qué
pieza de Scriabin, donde lo de menos por lo visto era la melodía,
pues de cada escala sólo se escuchaban con claridad la primera y la
última nota. De pronto terminó y tras rascarse la barba rastrojera
saludó displicente mientras comenzaba a hacer mutis. Ah, los
artistas.
El empacho de desorden e injustificados egos, o justificados
precisamente por la falta de meollo, me hacen recelar de este tipo de
eventos en los que la excusa de la efeméride encubre a duras penas
la sensación de bolo total. Aun así, el público parecía
salir encantado. Viva todo.
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