Mientras garabateo en el tren, miro por la ventanilla entre frase y frase. Es como si el paisaje pensara por uno, que no tuviera más que atender a su dictado. En un momento dado, mi mirada tropieza con el rojo tomo de las Andanzas y visiones españolas de Unamuno, y pienso en lo grato de esta porfía de uno por intentar sacar adelante su cántara de vino pobre, recogiendo las uvas agraces entre las cepas enredadas, desatendidas, mientras en su mesa aguardan, impecablemente embotellados, los más delicados zumaques.
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