Donde
menos se espera salta la liebre. Supe
por un documental que Paul Klee escribió, además de un diario y
numerosos tratados teóricos y pedagógicos, un libro con sus
versos, y quiso el azar, que tantas veces parece dirigido e
intencionado, que esa misma semana diera en la biblioteca con un
volumen que recogía su obra poética, traducida por Andrés Sánchez
Pascual en la colección La forma de la luz (Ediciones de la rosa
cúbica). Por su epílogo conocí que también fue en su juventud
violinista profesional, tocando varios años con la orquesta
sinfónica de Berna.
Abre
el libro esta reflexión del autor: “¡Tengo veintiún años! Nunca
he dudado de mi vitalidad. Pero ¿qué sucederá con el arte elegido?
En el fondo soy poeta, pero el saber que lo soy no debería ser un
obstáculo en las obras plásticas”. Evidentemente no lo fue. Dejo
aquí anotados estos versos sin título, dignos de
Hölderlin:
Dos son
las montañas
luminosas
y claras,
la
montaña de los animales
y la
montaña de los dioses.
Pero
entre ellas yace
el valle en penumbra de
los hombres.
Si
alguna vez mira uno hacia arriba
lo
sobrecoge, vislumbradora,
una
nostalgia inextinguible,
a él,
que sabe que no sabe,
de
quienes no saben que no saben
y de
quienes saben que saben.
Klee es un pintor de armónica claridad e intensa luz callada, no sabía de sus poemas. Tiene un punto sofista.
ResponderEliminarSalud
Manuel