Los ingredientes que ha empleado uno para este guiso no son muchos: primero y sobre todo, la legumbre de lo cotidiano, después la sal de la poesía y por último el aceite del humor. Cree uno que no son malos ingredientes, pero eso no garantiza nada; hay que acertar a mezclarlos en su punto justo y hay, claro, que saber menear la cazuela. No es uno quién para juzgarlo, y es la razón de ello que de tantas veces que ha sorbido de la cuchara para probarlo tiene ya el gusto embotado, como el enólogo tras la quinta cata.
Alguna vez un íntimo me ha preguntado cómo no escribo nada acerca de tal escándalo de corrupción, de tal retroceso social. En el día a día puede llamar la atención que no se traten más estos asuntos que se nos imponen siempre en un primer plano. ¿Pero no sería entrar al innoble trapo de quien, con oscuro criterio, decide que la prima de riesgo es lo más importante de la actualidad de un día? En la nota preliminar del libro se cita a Unamuno, que decía que entretenerse en lo que se llama cuestiones de actualidad, palpitantes, de urgencia, suele ser no querer afrontar las de actualidad permanente. Acaso no escribir sobre lo que pasa sea el precio de escribir sobre lo que nunca pasa, el abrigo de las heladas estrellas, una mujer que mira, la poesía inefable del silencio... bagatelas errantes, mitos, flautas.
Qué buena noticia sobre tanto escándalo social. Estamos con Unamuno. Y contigo.
ResponderEliminar