Sólo un poeta que lo sea (Lozano, Pujol) sabe que
conviene hablar en pequeño de lo grande, darle nuestra medida humana. También
María Victoria Atencia, como en Trances
de Nuestra Señora, de la que comenta: “No es propiamente
un libro de poesía religiosa. O no sólo eso. Está allí la Virgen, siempre tan
venerada por mí, tan presente en mí. Pero también estoy yo, con mis
perplejidades y mis sorpresas; yo como novia, como esposa, como embarazada,
como madre. En los Trances estoy yo, trascendida pero siempre con
suficientes testimonios de mi personal identidad.”
LOS ANIMALES
Sabían, no sé cómo, mi
secreto y miraban
mi detenido andar, mis
manos sobre el vientre,
con sus ojos que hacía tan
negros la ternura.
En blando acecho estaban y
acallaban sus voces
en la jaula y el patio, el
huerto o el corral,
y éramos como un reino de
idéntica esperanza
en una luz no usada aún
entre nosotros.
(De Trances de Nuestra Señora, de Mª Victoria Atencia)
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