jueves, 3 de mayo de 2012

LOS MUERTOS DE LAS BUENAS INTENCIONES

De regreso a casa, echada la jornada, a la luz de una farola llama mi atención una enorme araña de patas peludas y cuerpo negro parecida a una tarántula. Su inmovilidad me invita a observarla más de cerca, y al hacerlo aprecio un menudo, bullicioso movimiento sobre su cuerpo. Creyendo que se trata de hormigas atacándola en turbamulta, las empiezo a retirar con una ramita. Caen a decenas, pero son aún muchas las que se agitan frenéticamente sobre el tupido lomo. Como la araña ha comenzado a moverse, la dejo subir a mi zapato para sacudirlo enseguida. Al caer patas arriba ya se desprenden la mayoría de los atacantes. Repito la operación y su cuerpo muestra ya su natural tono parduzco, a la vez que ha disminuido su volumen. Al fijarme de cerca en las supuestas hormigas, me quedo de una pieza al apreciar que no son tales, sino cientos de arañitas minúsculas despojadas de la seguridad materna. Me retiro de la escena con una picajosa desazón y, peor aún, con la mala conciencia de haber causado tal vez una desgracia irreparable. Al acostarme, temo que el obrador de los sueños decida que he de pagar por el aracnicidio y paso una horrible duermevela durante la cual el cuerpo no deja de picarme. Y como toda una madrugada da para mucho y mal pensar, se me ocurre que tal vez alguna cría quedara prendida en la suela de mis zapatos, que metí en el armario. De ahí a imaginar la casa repleta de ejemplares adultos con mortal sed de venganza hay un paso. En lo poco dormido, ya contra la mañana, cumplen su justa vendetta en una pesadilla en la que terminan haciendo de mi piel negra mortaja. Ante el espejo, prometo a mi ojeroso doble no volver a jugar a ser Dios en adelante.

                                               

1 comentario:

  1. Mejor no interrumpir el sagrado curso de la naturaleza. Un día, como Franz, amanecerás araña. Me ha gustado mucho, estimado Sergio. El título es perfecto. Saludos kafkianos.

    ResponderEliminar