El caso es que no me termina de convencer el final de "Ocaso", la soleá que vino a parar aquí el viernes: "El mar se bebe el sol. / Tan lejos y tan cerca. / Igual que yo y yo."
Porque entendiendo que quienes están tan lejos y tan cerca son las dos personas que cada uno es (el que calla hablando y el que habla callando), también podía haber puesto "igual que tú y tú". Y si no lo hemos hecho no es por ese prurito de modestia, tan antinatural a veces, que nos llevó a omitir en tantas ocasiones el yo y a abusar del uno (y es tan fácil abjurar del yo [releo el párrafo y me doy cuenta de que acabo de escribir si no lo hemos hecho..., nos llevó a omitir... ¿quiénes? Yo y yo, claro]).
Pero también podría haber concluido "igual que tú y yo", que sin dejar de decir lo mismo abre una nueva interpretación en clave amorosa, lo que sin duda haría el poema (seamos generosos) más del agrado del (bastante) hipotético lector joven, las (asaz) hipotéticas lectoras, y las (extraordinariamente) hipotéticas lectoras jóvenes. Bien está dejar abiertas las puertas y ventanas de lo que se escribe, que es de todos.
Especulando especulando, me he dado el gustazo de escribir asaz (siempre lo había deseado pero nunca me había atrevido) y una palabra extraordinariamente larga (creo que mi récord, siete sílabas). Para bastante más daría el embrollo, pero dejémoslo aquí. Eso sí, se admiten sugerencias.
Poema con ventanas
(espejos enfrentados)
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